Jóvenes asuncenos querían saber sobre la soja. El Instituto “Fernando de la Mora” habilitó el espacio y le contamos la realidad. Lo que parecía cuento, al final era verdad.
Por Efrain Martinez Cuevas
- La soja no fue introducida por los colonos brasileños. Mucho antes la sembraban los pequeños agricultores paraguayos.
- La verdad sobre los agroquímicos usados no sólo por los sojeros sino también por los pequeños agricultores paraguayos.
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El pasado 20 de febrero un grupo de jóvenes me honró invitándome a hablarles sobre prensa y producción de soja. Me sentí el abuelo contando cuentos y eso me gustó. El sitio no podía ser más del agrado de los mis anfitriones, una conocida pizzería de Asunción. Momento y lugar perfectos para desgranar mi paso por la prensa como periodista de asuntos rurales y permitir un debate sobre algo que, pienso, los jóvenes no hablan sino en negativo a través de las redes sociales.
Eran una quincena de muchachos y muchachas que juntaron las mesas en cuyo entorno nos sentamos. Les pedí disculpas por llegar un poco tarde porque no encontraba la dirección de la pizzería. Me recibió Federico Rabino, director y fundador del Instituto “Fernando de la Mora”, encargado de realizar el encuentro.
Se decía desde las redes, incluso de la prensa, que la soja fue introducida en Paraguay por los colonos brasileños y expliqué a mi atento auditorio que eso no es así, que fueron primero el sabio Moisés Santiago Bertoni Torreani, que investigó sobre unas variedades cuyas semillas recibió desde Egipto, y; el doctor Pedro Nolasco Ciancio Sarubbi, quien investigó esta especie de la familia de los porotos en el laboratorio como en su chacra de Caazapá.
Les conté que quienes primero sembraron la soja en Paraguay con propósitos comerciales fueron los colonos japoneses de La Colmena cuya primera cosecha, de unas 500 toneladas, fue exportada a Japón, vía Rotterdam, mediante un emprendedor joven abogado de entonces, Carlos Alfaro, quien con este compromiso cumplido a cabalidad habilitó su exitosa empresa Indega SRL, luego SA. Corría el año 1960.
Solté la siguiente amarra: En 1966 comenzaría, tímidamente, la producción de trigo en Paraguay al amparo de un programa especial encarado por el gobierno nacional. Este trabajo facilitó aún más la siembra sojera porque permitía la rotación de cultivo en el uso del suelo. En la década de 1970 se creaba el Programa Nacional de Soja (PNS) con dos objetivos concretos: 1)- Permitir más ingresos al pequeño agricultor y; 2)- Mecanizar el trabajo agrícola.
En los últimos años de la década de 1970, al amparo del PNS que a su vez estaba respaldada por organismos internacionales de crédito, el gobierno manda construir los primeros silos para el almacenamiento de granos. Hasta entonces Paraguay carecía de suficiente capacidad estática para conservar el grano.
En el marco de este programa, los primeros sojeros fueron paraguayos que se sumaron a los compatriotas campesinos que venían operando con este rubro en la Cooperativa Minga Guazu de Alto Paraná, bajo la presidencia del recordado sacerdote salesiano Guido Coronel.
Así tenemos, pues, que la soja no fue introducida por los colonos brasileños, aclarando que los primeros en sembrar con fines comerciales fueron los colonos japoneses seguidos por pequeños agricultores paraguayos cooperativizados en los montes de la flamante colonia Minga Guazú, en los montes de Alto Paraná. Comenzaba la década de 1960.
Lamentablemente este detalle, el origen de la soja en Paraguay poco o nada fue publicado por los medios de prensa, silencio aprovechado por quienes actuaron y actúan en plan de desprestigiar al productor sojero y a la producción de soja en base a un plan de falsedades.
Charlamos también sobre el uso de agroquímicos en los sojales.
Dije a los jóvenes que quienes sembraron este grano al amparo del PNS eran aquellos que también estaban enfrascados en producir algodón, el renglón que aseguraba al agricultor el dinero en efectivo. Como sembradores del textil debían fumigar al menos ocho veces antes de la cosecha. Esta tarea ejecutaban manualmente, mediante una mochila echada a la espalda que contenía el agroquímico, mucho más fuerte dañinos que los que hoy se usan en los sojales.
Comenté a mi atenta audiencia de jóvenes que a lo largo de más de 40 años de andar en el periodismo rural no supe sino unos pocos casos de intoxicación en el manipuleo de agroquímicos entre los agricultores campesinos, por no cumplir con las normas técnicas a la hora de manejar el producto.
Los agricultores empresariales de la soja hoy, seguí relatando, cuentan con agroquímicos muy caros y mucho menos peligrosos para la salud humana que los aplican con fumigadoras de última generación que no desaprovecha ni un solo gramo como da a entender quien opina contra este trabajo en los sojales; o sea, que se desperdicie mucho herbicida, fungicida, etc., al extremo de invadir viviendas, escuelas, pueblos enteros causando daños a terceros.
Remarqué a los jóvenes: Si los algodoneros (unas 137.000 familias involucradas en su explotación durante varios años) no sufrieron mayores daños irreparables debido al uso inadecuado de los productos químicos, menos daños se dará hoy por el uso en los cultivos de soja siendo que los actuales son mucho menos letales que los aplicados en los algodonales hasta un par de décadas atrás.
La soja es para la república del Paraguay lo que el petróleo para Venezuela.
Soja y carne bovina son nuestras principales fuentes de riqueza. Expliqué que cuando les hablo de ingresos por la soja también me refiero al generado por el trigo y el maíz. Y si el grano es puntal de nuestra economía no logro encontrar otras razones que no fueras las ideológicas políticas las que entorpecen la armónica marcha de la explotación sojera. Acaso esta ideologización también golpeó el servicio imparcial de la prensa que si ningunea al sojero, en el mejor de los casos, no desaprovecha la oportunidad para atacarlo.
De ser la estrella de los medios de comunicación hasta 30 años atrás, la soja, lamentablemente, pasó a ser la bruja de la película, la maligna, la roñosa. En menos de 15 años pasó a ser hasta una mala palabra entre quienes sin saber la verdad de su explotación aceptaron las falsedades propaladas por quienes no tienen más intención que las ideológicas partidistas que apuntan directamente a su destrucción, así sea la fuente limpia y fresca que provee de los medios necesarios para desarrollar la nación.
Alguna vez, esperando que sea más pronto que más tarde, la prensa volverá a promover el trabajo de los sojeros porque también mediante este rubro funcionan los medios de prensa, el transporte, los talleres, la construcción, los servicios varios. Es tonto y absurdo atacar sin ton ni son al que genera el dinero. Al contrario, al que trabaja hay que alentar, ayudar, comprender.
Eso le dije a los jóvenes a quienes noté como retraídos en el tiempo, vueltos niños, escuchando un cuento y el consejo del abuelo …