
La expresión del Presidente de la República ante un gigantesco engranaje oxidado de la alcoholera estatal es el paradigma de la impotencia.
La foto publicada por el matutino ABC Color refleja el estado de irreparable obsolescencia que padecen las empresas estatales. La planta alcoholera de Petropar en Mauricio José Troche es el paradigma por excelencia del Estado empresario fallido. Allí se amontonan 495 empleados públicos para producir menos de 14 millones de litros de alcohol carburante al año, a razón de 28.000 litros/empleado/año. Para tener una idea, esa relación es 7 veces más eficiente en una de las alcoholeras del sector privado que elabora 144 millones de litros anuales con un plantel de 750 empleados. La relación allí es de 192.000 litros/empleado/año.
El resultado canta solo: mientras la alcoholera estatal debe ser mantenida con inyección de dinero presupuestario, la privada produce rentabilidad suficiente para amortizar la inversión y proyectar la expansión del negocio, con impacto sostenido en la demanda de caña de azucar y maiz, materias primas principales utilizadas en la producción de alcohol con diferentes usos industriales y de consumo.
En este patético estado de decadencia se encuentran otras empresas estatales como la antigualla tecnológica COPACO, la no menos oxidada ESSAP y, lo peor de todo, la ANDE que sufre al año un 25 de pérdida de la energía que genera por robos y obsolescencia de la red de transmisión, distribución y comercialización de la energía eléctrica.