Pero, evidentemente, no lo es. Los políticos, los que se van y los que llegan, no terminan de entender que erradicarla es misión central de su competencia.
El bárbaro asesinato cometido días atrás en el estacionamiento de un shopping capitalino indica a las claras que el crimen organizado juega duro ante las mismísimas narices de los poderes de la República y sin que a los políticos se les mueva una pestaña ni los saque de su estulto electoralismo que les impide ver lo que se viene. Más bien, lo que ya está aquí.
El fusilamiento fue una cuidada escenificación ante una verdadera constelación de cámaras de vigilancia. Los ejecutores fueron y vinieron hasta “asegurar” a la víctima. Quedó claro que fue uno de esos encargos de hierro para los que no se admiten fallas ni vacilaciones.
Es difícil imaginar siquiera el terror que habrán padecido los testigos involuntarios del homicidio. Nadie está preparado para vivir semejante cosa.
Y los políticos, ¿lo están? Ah, y si no lo están, qué esperan para encabezar un movimiento serio, frontal y decidido contra la irrupción del crimen organizado.
EL SILENCIO NO ES RESPUESTA — ¿Van a intentar hacer algo o seguirán encerrados en su burbuja marketinera por miedo a quemar votos si la pifian asomando la nariz fuera de tiempo?
¿Van a servir de una buena vez al ciudadano o elegirán obedecer a las consignas de sus asesores de campaña?
No sirve refugiarse en la retórica de los “canales institucionales” o el “actuar de las fuerzas del orden”. Una ejecución mafiosa bajo los reflectores de un centro comercial y a menos de un kilómetro de por lo menos tres comisarías policiales, indica el grado de seguridad conque actuaron los criminales, lo cual autoriza a creer que esa seguridad es un derivado directo de la profunda penetración a la que está siendo sometido el Poder Político en forma creciente por el crimen organizado.
ALGO TIENE QUE CAMBIAR — Es hora de que la política, en su conjunto, tome el tema en sus manos y se decida a actuar. Del Gobierno que se va es muy poco lo que se puede esperar. Si no logró organizar hasta ahora una línea de defensa frontal y efectiva contra la delincuencia corporativizada está claro que no lo hará en los pocos meses que les quedan.
Es, por lo tanto, la hora de quienes nos están pidiendo el voto.
Pero, ¿cómo confiar en ellos, cómo saber si muestran siquiera síntomas de tener el crimen organizado entre sus temas prioritarios para cuando asuman en agosto? Y si no tienen, demuestren su voluntad de que van en serio.
Si quieren convencernos deben abrir sus carpetas y mostrar el juego, saber qué se proponen hacer para frenar la ola de muerte y corrupción que se nos viene encima, para que al votar no nos equivoquemos eligiendo otra vez al tibio, al temeroso, al transador…
La República nunca enfrentó un peligro de las características que reviste el crimen institucionalmente tolerado. Con dos guerras internacionales ya intentaron ponernos de rodillas y cancelarnos la libertad.
Y seguimos aquí, de pie, como la gran Nación que somos.
Ahora, la misión clave es proteger a siete millones de paraguayos del creciente acecho de un mal oscuro y destructivo, con tan alta capacidad de mimetización que cuesta ubicarlo y erradicarlo.
Ayer fue una Nación erguida la que peleó.
Hoy ese lugar debe ocuparlo la República y sus instituciones.
Y de ellas, señores políticos, ustedes son los legítimos depositarios.
No le esquiven el culo a la jeringa, que esta vez es en serio. No jueguen con las expectativas de la gente.