Se impone una pausa hasta que la fiebre ambientalista extrema remita y la UE vuelva a la sensatez y el equilibrio.
La relación del Paraguay con la Unión Europea debe cambiar de enfoque. Hasta ahora nos hemos estado comportando como alumnos diligentes, haciendo buena letra e intentando demostrar que no somos deforestadores compulsivos ni violadores seriales de leyes ambientales. Al final de la jornada y luego de revisar el contenido de la Ley Suprema 1115 emanada del Parlamento Europeo y del Consejo de la UE, encontramos que quedan muchos asuntos pendientes, demasiados.
Trataré de hacer una puntualización para probar la necesidad de cambiar el eje de discusión.
MAS POLITICAS QUE TECNICAS – Revisando los artículos de este voluminoso cuerpo legal de centenares de páginas, podemos comprobar que un porcentaje muy pequeño corresponde al cumplimiento de normas ambientales, seguridad alimentaria y ajuste a prohibiciones que la Comisión Europea impone, entre ellos ciertos agroquímicos, organismos genéticamente modificados (OGM), etc.
Pero luego nos encontramos con una serie casi interminable de condiciones que escapan a lo comercial o lo técnico y se meten directamente en lo político. Por ejemplo, la UE remarca que hay países en donde la deforestación con fines agrarios es legal e identifican también lo que denominan uso agrario de los bosques citando entre ellos a los sistemas silvo-pastoriles, de creciente empleo en el Paraguay. Para la UE, esos no son bosques sino tierras de uso agrario, todo un enfoque que invade el ordenamiento jurídico y que obligaría a revisar la legislación nacional como la ley forestal 422 vigente desde 1973 y todas las normas vigentes en base a las cuales el Paraguay ha estado produciendo y exportando carne bovina y commodities agrícolas en forma creciente y sostenida desde hace varias décadas.
ACCIÓN PROSELITISTA — También me hace ruido el siguiente párrafo de la 1115/23:
“La Unión debe ser un actor mundial fuerte, que predique con el ejemplo y que tome la iniciativa en la cooperación internacional para crear un sistema multilateral abierto y justo en el que el comercio sostenible actúe como catalizador clave de la transición ecológica para luchar contra el cambio climático y revertir la pérdida de biodiversidad” (Item 24 del Reglamento 1115).
El lector sabrá discernir cuánto de estrictamente técnico y cuánto de político tiene esta proclama, un verdadero lanzamiento de la UE como líder mundial del “combate al cambio climático y la protección de la biodiversidad”.
Más adelante, ¿cómo deberíamos entender lo siguiente?:
“La Comisión debe seguir trabajando para reconocer y fortalecer el papel y los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, los pequeños propietarios y las microempresas y pequeñas y medianas empresas (pymes), mejorando la gobernanza y los regímenes fiduciarios, reforzando el control del cumplimiento de la ley…”
El tema se presenta bajo ropaje cooperativo pero huele un poco a comisariato ¿o no?
Para no aburrir haré una última cita (last but no least) para mostrar lo irrealizable de este reglamento. El ganadero que aspira a exportar su carne a Europa debe probar que sus novillos han sido criados en campos libres de deforestación. Pero también debe hacer lo mismo con los piensos y suplementos alimenticios asegurando que proceden de establecimientos también libres de deforestación y de degradación forestal. Cuántos países, incluidos los de la hiper reglamentada, cuidada y auditada Europa podrían cumplir a cabalidad semejante cláusula.
HORA DE PARAR LA PELOTA — Creo que hasta ahora hemos sido arrastrados por una élite empotrada en la mesa directiva de la Comisión Europea que parece haber entrado en una espiral de histeria ambientalista que mezcla lo técnico con lo político, obturando el comercio con demandas imposibles de satisfacer, al menos por ahora. Es hora de variar el enfoque, mantener la calma y poner en valor el hecho de que el Paraguay practica una agricultura sustentable, que cuida el ambiente y que emplea la tecnología más desarrollada utilizada en la siembra directa con rotación de cultivos, empleo de biotecnología de avanzada y cuidando el suelo como protagonista central.
Por lo demás, debemos esperar con paciencia que nuestro maestro en ambientalismo extremo recupere la sensatez y volvamos a unas relaciones comerciales menos intrusivas y más realistas.
Mientras tanto, compradores de nuestra carne, soja y maíz no van a faltar.