Hace falta un cambio profundo que dignifique la función política y erradique de la administración del Estado a la ralea que hoy lo parasita y lo consume.
Tal parece que la interna del partido oficialista consume toda la “energía creativa” de los señores legisladores. El triste espectáculo brindado el viernes 4 a la ciudadanía vía TV Cámara es la más cruda evidencia de que a los “honorables” les importa un cuerno el presente y el futuro del país. Sólo viven para negociar sus miserias políticas y sus pases de factura al estilo mafioso, todo en medio de cantinflescos discursos que darían vergüenza a un alumno de cuarto grado medianamente aprovechado. Discursean con tono altisonante como si en lugar de fregar sus trapos mugrientos ante el país estuvieran tratando un plan nacional de inversiones o de desarrollo.
Esa es la clase política representada en el Congreso nacional. Esa gente consume por año una enorme porción del presupuesto en salarios de miles de empleados inútiles.
HUECOS Y VILES – Mientras el país se desangra con la arremetida del narcotráfico, los sicariatos y la inseguridad callejera, la política bastarda ignora los grandes temas de los que se supone debieran estar ocupándose. Los legisladores demuestran su vileza y su falta absoluta de prioridades, por ejemplo, servir a la Nación.
De las 260.000 micro, pequeñas y medianas empresas inscritas en la Secretaría de Tributación, el 75% (195.000) se descapitalizó durante la pandemia, 40% redujo personal (208.000) y el 68% (176.000) dejó de invertir por falta de estímulos crediticios. ¿Que respuesta tuvo esta angustia real, lacerante? Entre el Presidente de la República, los caciques de la política basura y el Congreso montaron un grotesco show de egos para probar quien la tiene más larga, políticamente hablando.
¿Respuestas para la gente en apuros? Cero.
DE ESPALDAS A LO URGENTE — Es posible que la campaña agrícola 20-21 termine con una cosecha de soja de 5.000.000 de toneladas en lugar de las 10.500.000 calculadas inicialmente. La sequía se está llevando el resto, junto con los 2.475 millones de dólares que dejarán de entrar al país.
¿Preocupados por eso? Ni por aproximación. A la dirigencia pendenciera con rango parlamentario sólo le interesa mascullar insultos, mostrar todas sus miserias y dejar al país la visión de una auténtica pandilla que ha estafado la confianza ciudadana y a la que sólo le importa mantenerse en el poder, ya sea partidario o nacional. Hermoso.
Los asesinatos por encargo, materia exclusiva de la mafia, han roto los diques de la frontera y arrasan el país, matando gente a la luz del día e, incluso, ante los reflectores de un show musical ante miles de personas.
Pero al ministro del Interior gasta tiempo mostrando filminas en una pantalla gigante con montones de diagramas y farfullando complicadas teorías conspiraticias mientras hay gente velando muertos, crímenes que ni siquiera han empezado a investigarse.
El año 2021 cerró con 451 asesinatos la mayor parte de los cuales ni siquiera fueron denunciados y, en consecuencia, muy pocos investigados a fondo. Pero el Presidente de la República ya resolvió el problema. ¿Cómo? Cambiando al Comandante de la Policía Nacional. Es incontable la cantidad de jefes y comandantes removidos de esta fuerza pública desde que en 1989 se inició la era democrática. En cambio sí se sabe cuántos ministros del interior hubo desde entonces: 32 en 33 años. ¿Cambió algo con tantos cambios? ¿Disminuyó la incidencia de los delitos que a diario agobian a la población? Pregunta retórica.
NADA CAMBIA – No hace mucho nos preguntábamos si la dirigencia política -por llamarla de alguna manera- sería capaz de establecer áreas de no beligerancia dentro de las cuales la única preocupación del Congreso y del Poder Ejecutivo debiera ser resolver cuanto antes los grandes problemas nacionales. Por ejemplo: crear empleo, elevar el nivel de la educación, reducir la incidencia de la pobreza, fortalecer el sistema nacional de salud, mejorar la calidad del gasto público, bajar la inseguridad, atraer inversiones, fomentar la innovación…
Nada de eso figura en la agenda de ese colectivo de presuntos legisladores que gastan horas de tiempo parlamentario en agravios, provocaciones, insultos y hasta llantos de magdalenas arrepentidas.
Patético, desalentador y miserable. De espaldas a la ciudadanía, revolcándose públicamente en sus miserias políticas y pretendiendo que se los tome en serio.
Es una desgracia, pero algo que nos afecta en forma directa.
Si de esa misma gente debemos esperar soluciones, estamos perdidos como sociedad.
Hace falta un cambio. Y muy grande.