Una prueba palpable de que la legislatura no es para aventureros ni improvisados
Por Cristian Nielsen
ASUNCION, 14-06-2021 (Chaco 4.0) – Cuando el pueblo vota a un legislador, lo hace bajo el supuesto de que va a representarlo con capacidad, seriedad y respeto a la investidura que le ha confiado con el voto. Espera que lo haga bajo dos de las formas que reviste el acto legislativo: la proposición de un proyecto y su sostenimiento de palabra y de hecho ante las plenarias y la opinión pública.
El senador Pedro Santa Cruz ha demostrado ser indigno de la confianza del elector. Ha ejercido una absoluta incompetencia al ponerle la firma a un proyecto de ley atentatorio contra la propiedad privada y el estado de derecho. Y ha hecho gala de la más consumada cobardía cívica al negarse a sostener públicamente su proyecto ante un representante del sector afectado. Ni siquiera ha tenido el valor de sentarse al lado de dos colegas legisladores, farfullando excusas tan torpes como incomprensibles.
IMPROVISACIÓN LETAL — El senador Santa Cruz representa con gran solvencia a esa cáfila de políticos improvisados que llegan al Congreso por cuoteos partidarios y que luego ejercen el cargo sin estar en absoluto preparados para el mismo. ¿Resultado? Estos engendros legislativos, que son golpes duros contra la República al atacar el estado de derecho y dañar las instituciones consagradas en la Constitución, como por ejemplo, la intangibilidad de la propiedad privada.
La ausencia del senador Santa Cruz del debate convocado por un programa de televisión ha sido más elocuente que su propia presencia. Podría ser (ojalá lo sea) el ocaso de una forma de usar el poder legislativo para aventuras ideológicas jurásicas, de las que estamos llenos de ejemplos a lo largo de cada periodo parlamentario.
No hay que olvidar que el proyecto de ley que no se animó a defender ante la opinión pública el senador Santa Cruz, también es de autoría de los senadores Desiré Masi, Amado Florentin y Víctor Ríos además del defenestrado Paraguayo Cubas, quienes junto a colegas como Sixto Pereira y Hugo Richer alientan abiertamente la invasión de propiedades, sostienen con provista a los usurpadores y les prometen rápidas expropiaciones, todo en tierras de alto valor inmobiliario (de US$ 5.000 a 10.000 la hectárea) y en nombre de la reforma agraria.
¿QUIEN PAGA LOS PLATOS ROTOS? — “Gracias” a maniobras como las protagonizadas frecuentemente por legisladores promotores de atropellos e invasiones, el Estado paraguayo debe desangrarse pagando por tierras expropiadas que, en su mayoría, jamás han servido para solucionar el tan traído y llevado asunto de los campesinos sin tierra.
El más resonante y, sobre todo, caro de estos ejemplos de expropiaciones fallidas es el histórico caso Antebi Cué, que tiene ya más de un cuarto de siglo rodando por los juzgados debiendo correr el Estado -es decir, el contribuyente- con los gastos judiciales además de las cuotas e intereses aun impagos por aquellas 225.000 hectáreas inservibles para la agricultura, solo aptas para ganadería.
Y entre los últimos ejemplos figura el inmoral manoseo del que están siendo objeto las tierras de Marina Cue, cuyos propietarios habían donado al Estado para erigirlas en reserva natural y que en una maniobra escandalosa de violación del derecho administrativo, los filibusteros del Congreso lograron transferir a quienes vienen usurpando la finca desde hace años, depredando el monte, vendiendo ilegalmente la madera y hasta plantando marihuana para reemplazar el bosque atlántico arrasado. Todo con la abierta complicidad del propio Presidente Mario Abdo Benítez quien primero se opuso a esa transferencia pero que finalmente, cercado por un electoralismo asfixiante, terminó por entregar la reserva natural al atropello y a la violación constitucional.
Esta Hermandad de la Costa sabe muy bien que actúa por razones sectarias y pisoteando todo principio de legitimidad. Por eso prefiere permanecer en la sombra y evitar exponerse a la luz. No por vergüenza, que sería bienvenida, sino por simple instinto de conservación, ya que el oxigeno y la luz del sol les serían letales.