En 2019, según la FAO, el mercado de la carne fue de 338,8 millones de toneladas, 61,7 de ellas de origen bovino.
Por Cristian Nielsen — Editor
No nos engañemos. A los que están detrás de la carne de laboratorio no les importa el bienestar animal. Lo usan como argumento para envolver a los ilusos que se tragan el bulo de que el hombre debe abandonar sus habitos omnívoros para depender sólo de un producto único fabricado por industriales y que reproduce artificialmente las características de la carne natural, un alimento en base al cual el hombre ha alcanzado el actual grado de desarrollo físico y sobre todo, intelectual que ha permitido enormes avances en todos los niveles de la humanidad.
Pongamos atención a las campañas que van surgiendo por todas partes. Los videos no son productos caseros montados por ardientes defensores de la vida animal. Tienen una calidad superior, son creativos, editados a alto costo y guionados por profesionales de la manipulación de masas con el objetivo de ir generando una especie de adhesión subliminal instantánea a la nueva cultura de la carne de laboratorio.
Cuidado con caer en la trampa. No se trata de un movimiento social urdido por activistas pro vida animal que se desviven para “crear conciencia”. Estos “voluntarios” son movidos como títeres por los capitales que se preparan, por el momento desde las sombras, para dar el zarpazo final sobre un negocio de centenares de miles de millones de dólares: la cadena de valor de la carne que hoy está distribuida entre millones de productores ganaderos, agrícolas, industriales, biotecnólogos, veterinarios, desarrolladores de genética y criadores a lo largo y ancho del planeta.
Por año, según la FAO, se producen unas 338,8 millones de toneladas de carne, 61,7 millones de ellas, carne bovina. ¿Se imaginan por un instante cómo se repartiría semejante mercado entre tres o cuatro “coca colas” de la carne de laboratorio, con campañas de marketing agresivas, creando gustos de los cuales dependerían miles de millones de consumidores? ¿No los ven reclutando a chefs y cocineros estrella convenciéndonos de que la carne artificial es preferible a la natural? ¿No pasaríamos a depender de un puñado de holdigns industriales y de agencias de publicidad que nos impondrían modas, gustos y recetas para consumir sus productos?
Tal vez me equivoque. Pero cuando el mercado haya sido bombardeado lo suficiente con esta artillería de “videítos” creativos y se afiance la corriente, los capitales saldrán a jugar fuerte en el mercado, incluyendo poderosos lobbys dirigidos a aprobar leyes que impongan el consumo de carne de laboratorio por razones de bienestar animal, salud, etc.
Quizá falte mucho todavía para esa etapa. Pero el camino ya ha empezado a transitarse.