Lo explica todo, de babor a estribor.
Cristian Nielsen, editor Chaco 4.0
Las anécdotas, historias y definiciones que acumula el maligno agente patógeno dan para un libro, más bien, una enciclopedia del disparate. Es imposible, en un solo artículo, recoger todo el riquísimo patrimonio que está acumulando el coronavirus. Lo intentaré, de todas maneras. Así que, cinturón de seguridad, y allá vamos.
Jair Bolsonaro debe tener el record de exabruptos. Un día dijo que los brasileños, que se bañan en las cloacas, están inmunizados contra el virus. ¿Mucho? Qué va. El ministro de Sanidad boliviano, un señor Virgilio Prieto, animó a sus connacionales -en su mayoría pueblos originarios- a no temer al coronavirus. “Esta es una enfermedad que le da a la gente blanca, la gente fina… a ustedes, indios hijos de puta… ni rabia les ha dado, que les va a dar ahora coronavirus”.
Donald Trump, que tiene el mismo sentido del humor que un buzón, dice ahora que estuvo siendo sarcástico cuando pidió a unos médicos inyectar desinfectante a las personas para combatir la enfermedad. Su “humorada” fue devastadora, ya que un montón de mentecatos debieron ser internados por darse unos tragos de lejía o detergente.
El que se llamó a silencio fue Boris Johnson, el primer ministro inglés, quien luego de recomendar el método de la inmunidad del rebaño (dejar que la enfermedad se extienda y alcance su propio equilibrio) ligó el virus, estuvo una semana en terapia intensiva y al parecer se le fueron las ganas de hacerse el experto en pandemias. A partir de allí, dejó hablar sólo a los que saben.
Pero es el universo de las ideologías en donde el coronavirus hizo sus mejores cosechas. A ver.
En Brasilia, el jefe del emblemático Itamaraty, Ernesto Araujo, sostuvo que “la pandemia de coronavirus es parte de un proyecto globalizador que abre un nuevo camino al comunismo”. Según Araujo, el COVID19 se suma “al alarmismo climático y la ideología de género, todos convergiendo hacia el neo comunismo”.
Desde Buenos Aires, la viceministra de Educación Adriana Puiggrós atendió a Araujo y dando un bandazo de 180 grados, afirmó que “la destrucción ambiental llevada a cabo por el capitalismo financiero liberó al virus que terminó infectando a sociedades humanas enfermas de neoliberalismo”.
Las mentiras, falsedades y mitos sobre cómo combatir al coronavirus se propagan como humedad. Lo cierto es que ni lavándonos las manos con orina infantil, comiendo ajo hervido, bebiendo calcinantes infusiones de algas marinas o rellenándonos de antibióticos el virus desaparece. Sólo la higiene personal y ambiental, el aislamiento y, sobre todo, la paciencia, pueden darnos chances de salir indemnes.
Todo lo demás pertenece al infinito mundo de la estupidez humana, cultivada no sólo por simples cretinos sino también por cretinos importantes como ministros, presidentes y jefes de Gobierno.