Deliran imaginando ser líderes de una rebelión continental.
Los alaridos de Diosdado Cabello y el humor patético del fantomas llamado Nicolás Maduro no bastan para proclamar urbi et orbi la resurrección de Bolivar -Dios nos guarde- y el alegado «hálito revolucionario» recorriendo América Latina. Tanta es el hambre de notoriedad de estas dos patéticas caricaturas que están dispuestas a subirse -sin pudor alguno- a protestas populares que tienen sus auténticas raíces tan lejos de Caracas como del planeta Neptuno.
La subida de los combustibles en Ecuador y del transporte público en Santiago de Chile son fenómenos económico-sociales propios de cada país, generados por desajustes que se han salido del control y desembocado en protestas populares. Pero Cabello y Maduro tienen el descaro de atribuirse la génesis de esos episodios, desesperados por meterlos a presión en la grotesca parábola de la «brisa bolivariana», una tontería que sólo pueden generar dos cerebros embotados por el mandonismo incontestado conque tiranizan Venezuela.
Eso sí, no nos equivoquemos devaluando la capacidad de daño que tiene esta camarilla cada vez más ensoberbecida desde su bunker caraqueño, fuera del cual la esperan los tribunales internacionales que de buena gana los juzgarían por crímenes contra los derechos humanos y tráfico de estupefacientes.
A fuerza de dinero y de un compinchismo ideológico gris y anacrónico, la dupla bolivariana cuenta con réplicas locales incluso en el Paraguay, dispuestas a colarse en cualquier disturbio callejero para contaminarlo con un fanatismo que atrasa décadas. Del grado de compromiso que haya logrado generar en cada sociedad en donde ha hecho nido, el «huracán bolivariano» (cuesta citar esta estupidez pero es necesario para ser precisos) puede producir diversos niveles de daño y consiguiente agravamiento de protestas populares que en su origen pueden tener legitimidad. En suma, una parábola que no por idiota deja de ser de cuidado.
Los impresentables pendencieros de Caracas se regodean en su propio ridiculo. Sólo una grey amansada por el terror puede aplaudir sus idioteces, celebrando el patético humor del exchofer de omnibus y las veladas amenazas del presidente de la infinita asamblea constituyente que nunca se dice qué está constituyendo.
Cuidémonos. Aunque en su etapa final de retirada, una peste puede todavía lastimar gente.