Hablan del carbono (C) o del anhídrido carbónico (CO2) como si fueran delincuentes buscados por la justicia.
Es notable como muchos expertos en la materia hablan del carbono (C) o del anhídrido carbónico (CO2) como si fueran delincuentes buscados por la justicia. “Si hacemos esto… o aquello otro… de una determinada forma, podremos capturar más carbono…”. O bien: “Es probable que con un sistema X, bajo circunstancias específicas, el secuestro de carbono estará garantizado…”.
Voy a cometer en este comentario un error grave y a sabiendas: hablar sobre un tema muy técnico con conocimientos muy básicos… bueno, más o menos como lo hacen muchos que presumen de científicos. Y si contribuyo más a la confusión que a la claridad, pido disculpas por adelantado.
En la escuela primaria me enseñaron aquello de la “fotosíntesis clorofiliana”. Aprender de memoria semejante terminacho nos llevó a mi partner de banco y a mí casi una semana. Pero lo logramos. Ya ven que medio siglo después sigo recordándola como me la enseñaron. Además, nos mostraron un dibujo –aquellas gloriosas láminas de la escuela- en donde se explicaba cómo el sol iluminaba una planta cuyas hojas absorbían el anhídrido carbónico del aire (ya se sabe, el canalla más buscado) y mediante la fotosíntesis lo descomponían en el carbono vital para crear la glucosa (“las hojas son fábricas de azúcar”, decía la maestra para asombro nuestro) mientras el oxígeno sobrante quedaba libre en la atmósfera. Todo gracias a la acción de los rayos solares. Si este “ciclo del carbono” no es lo más cercano a la perfección es porque la perfección no existe, sobre esta tierra.
Entonces, a esta altura, me pregunto: ¿De qué captura, de qué secuestro me están hablando? La primera acepción de “captura” es “apresar a alguien, especialmente a un delincuente”. Y la primera de “secuestro” es “retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines”. Por mucho que estire su significado por extensión, no me parece sensato creer que al carbono se lo pueda retener para obligarlo a hacer algo que no esté previsto por la naturaleza, en su medida y en su momento.
Dice un instructivo escolar: “El carbono es el bloque básico para todas las formas de vida en la Tierra. Afortunadamente, es también uno de los elementos más abundantes en nuestro planeta. Al igual que toda la materia, el carbono ni se crea ni se destruye, por lo que todos los organismos vivos deben encontrar una manera de volver a utilizar continuamente el suministro finito que se encuentra disponible”.
Y pensar que hay quienes siguen hablando de capturarlo como a un facineroso. Mi maestra del cuarto se habría sorprendido ante semejante enfoque de uno de sus temas favoritos, la “fotosíntesis clorofiliana” que nos hacía repetir hasta entenderla.
Frente a este extravío, la madre naturaleza sigue teniendo todas las respuestas. Las mismas de siempre, desde hace unos… dos mil millones de años, días más, días menos.