En esta discusión de si hay que achicar antes los gastos y luego aumentar los impuestos, el sector privado y la gestión pública utilizan lenguajes incompatibles.
(*) Publicado en Jueves 9 de mayo
Cuando un empresario privado comprueba que está gastando más de lo que genera, su lógica reactiva es implacable. Antes que nada se dedica a revisar los estados contables para ubicar la fuga de recursos que desnivela sus cuentas. A continuación echará mano a la amplia variedad de recursos administrativos que alivianen los gastos, restablezcan el ritmo productivo y devuelvan la salud financiera a su empresa. Y lo hace sabiendo que dispone de un escaso margen operativo. Si pretende nivelar sus cuentas aumentando el precio de su producto o servicio, sabe que fácilmente puede quedar fuera de competencia. No hay salida por allí.
Pero cuando en el manejo del Estado, sus gestores saben que están gastando más de lo que entra, su reacción es de manual: aumentar los ingresos. Y la única fuente genuina de recursos del Estado son los impuestos. El burócrata y el político no se plantean cortar el derroche que en la Administración Pública paraguaya roza niveles de catástrofe. Puede comprobarse en la columna firmada por el Ministro de Hacienda publicada ayer por el colega ABC Color y que no es sino una humareda llena de vaguedades, de enunciados teóricos y de escaso compromiso. ¿Van o no a dar de baja al personal supernumerario? ¿Van o no a cortar la cascada de privilegios a verdaderas legiones de enchufados en el tesoro público? ¿Por qué no dan una señal concreta para que comencemos a creerles, aunque sea un poco?
Si una empresa privada se manejara con la lógica contable y administrativa de la función pública, hasta la más eficiente y exitosa quebraría en seis meses. Sería insostenible.