Cómo trabaja una economía pensando en el futuro y en mercados que no pierden tiempo en demandar lo que necesitan.
Los exportadores uruguayos están aburridos de lidiar con la Unión Europea, que antes de comprar medio kilo de carne llaman a una sesión del Parlamento Europeo.
Basta, dijeron los uruguayos, miremos a China.
Los chinos no se andan con vueltas. Por ahora, compran soja transgénica porque la usan para alimentar cerdos, que es una de sus fuentes primarias de alimentación humana. Pero un mercado de más de 90 millones de consumidores termina inevitablemente por segmentarse. El resultado es que comienza a aparecer una franja de consumidores que demandan alimentos de origen no transgénico y tan amigables como sea posible con el medio ambiente.
Los uruguayos ya están trabajando en esa línea. En primer término, están ensayando un sistema de combate de plagas de la soja “sembrando” avispas, una variedad que, ni bien salida del huevo larvario, ataca toda clase de pulgones, insectos y plagas de la soja en crecimiento. Este auténtico producto del pensamiento lateral científico, permite reducir notablemente el uso de defensivos agropecuarios. De ahí a la producción sustentable con bajo impacto de agroquímicos hay un camino que los uruguayos están explorando.
Y luego, la otra línea de acción. China ha firmado con Uruguay un convenio para desarrollar un mercado diferenciado de soja para consumo humano en base a variedades genéticas suministradas por el gigante chino. Si Uruguay se adelanta en esta materia, entraría como ganador en un negocio que hasta ahora es desconocido para los jugadores del gran mercado de la soja, entre ellos, el Paraguay.