Otro extraviado proyecto de ley está aterrizando en el Congreso. Prohibir los frigoríficos en capitales departamentales.
“Man sol das kind nicht mit dem bad ausgiessen”. No sé si está bien escrito pero quienes saben idioma alemán me han dicho que la frase anterior supone algo así como “tirar el agua de la bañera con el niño adentro”. Hace tiempo que he tratado de encontrarle un significado por extensión a esta expresión y lo más aproximado sería: “Como no puedo separar lo bueno de lo malo, lo tiro todo y al demonio”.
Es lo que me sugiere este proyecto presentado por el diputado Hugo Ramírez y caratulado –repito, caratulado- “ley anti mortandad” que en su artículo primero busca prohibir la instalación de plantas frigoríficas en las capitales departamentales. Todo a partir de las noticias relacionadas a la mortandad de peces en el rio Paraguay que el proyectista supone se origina en las actividades industriales de los frigoríficos.
Debo decir que pocas veces he visto una amalgama peor de argumentos deshilachados y preconceptos tirados al azar para justificar una prohibición que de llegar a convertirse en ley, provocaría un efecto letal en el subsector de procesamiento en la cadena de valor de la carne.
Los “argumentos”
Dice uno de los considerandos:
“Las industrias frigoríficas son muy contaminantes y no deberían estar instaladas en zonas altamente pobladas. Los frigoríficos arrojan sus desechos de manera directa sin ningún tratamiento en los cursos hídricos adyacentes afectando de manera significativa la vida y el medio ambiente de diferentes especies, así como también la calidad de vida humana”. Y agrega con especial truculencia: “El olor nauseabundo que inunda los barrios de los alrededores hace que sea imposible poder vivir con cierta dignidad, debido a que ni siquiera pueden salir a sentarse en el patio los vecinos, además de la inmensa cantidad de moscas que atrae y éstas a su vez son portadoras de enfermedades muchas veces graves y en peores casos, mortales”.
Daré un solo ejemplo, que es el que mejor conozco, de todo lo contrario.
Loma Plata es un conglomerado menonita fundado en 1927, año desde el cual no ha dejado de desarrollarse. El municipio, enclavado en pleno Chaco Central, tiene hoy unos 16.500 habitantes y concentra una multitud de actividades productivas, industriales, comerciales, culturales y de servicios que la mantienen en permanente movimiento. En medio de este conglomerado urbano funciona el complejo industrial Chortitzer, compuesto por un frigorífico con capacidad para faenar 900 vacunos diarios con productos derivados como carne, chacinados y grasería; y una planta de lácteos con una producción anual de 140 millones de litros de leche fluida y decenas de derivados de consumo masivo en el país. A no más de 300 metros de allí funciona un hospital de alta complejidad, un hogar de la tercera edad y un centro educativo, además de innumerables comercios de todo tipo.
Si las cosas fueran como enuncia el legislador citado en su proyecto, sería imposible vivir un minuto en Loma Plata, el hedor sería insoportable y las moscas, como denuncia, lo invadirían todo transportando enfermedades letales.
Pero, ¿por qué no ocurre eso? ¿Por qué es posible caminar por el centro de esta ciudad–emblema de los menonitas sin casi enterarse de que por allí hay un frigorífico?
Todo es cuestión de control
La respuesta está en el mismo contradictorio proyecto de marras, donde dice:
“Debido a estas situaciones, se hace necesario que las industrias frigoríficas cuenten de manera obligatoria con plantas de tratamiento de efluentes, para dejar de verter los desechos y contaminar los arroyos y todo su alrededor, siendo la única sanción en caso de incumplimiento la no habilitación o la clausura del establecimiento”.
El legislador debiera darse un paseíto por Loma Plata y chequear el funcionamiento de un sistema de tratamiento de efluentes industriales compuesto por un desengrasadero, un tanque pulmón-bombeo, seis lagunas de tratamiento biológico de efluentes y un campo filtrante en el final de un proceso especialmente diseñado para áreas geográficas sin salida a ríos o arroyos como es el caso de Loma Plata.
Esto desmonta el argumento de que una planta industrial como el complejo cárnico-lechero citado, no debería funcionar en áreas urbanizadas. De hecho, el de Loma Plata es un ejemplo extremo. Hay otros establecimientos que funcionan con idéntica adecuación a las exigencias del MADES y disponen de sistemas de tratamiento de efluentes producto de sus actividades procesadoras.
La respuesta a este tema tiene dos variables que deben ser verificadas regularmente por el organismo de aplicación. Los frigoríficos:
- Tienen plantas de tratamiento de efluentes industriales y
- Las usan, y están en regla.
- No las usan y se las multa hasta que lo hagan o se arriesguen a una clausura, temporaria o definitiva.
- No tienen plantas de tratamiento. En ese caso, el camino es el cierre hasta que sus actividades se adecuen a la legislación. Si la empresa se niega a hacerlo, el cierre debería ser definitivo.
Las prohibiciones descabelladas sólo causan desánimo y desinversión.
Es, ni más ni menos, tirar el agua de la bañera con el niño adentro.