El episodio del terreno invadido en Luque evidencia que los usurpadores organizados actúan en forma cíclica y con total impunidad.
No nos engañemos. Detrás del episodio de la invasión del terreno de 68 hectáreas de Luque hubo todo un esquema de asalto, invasión, usurpación, robo y extorsión perpetrado por simples delincuentes mimetizados como políticos y activistas sociales.
El esquema funciona desde hace muchos años, de la siguiente manera. Primero se ubica el terreno a ser invadido y usurpado. El operativo es comandado por individuos que operan desde la sombra contando con el concurso de agitadores sociales que, bajo la engañosa fachada de dirigentes “sintecho”, acaudillan a infaltables seguidores. Tal vez muchos de éstos se sumen de buena fé, con la esperanza de hacerse de algún terrenito por la vía fácil. La invasión se perpetra en forma masiva, sabiendo que los mecanismos de reacción y protección de la propiedad en el Paraguay se ponen en marcha mucho después de que el hecho ha sido consumado. Para cuando el propietario reacciona, la fiscalía actúa y el juzgado emite las ordenes correspondientes, los usurpadores ya están instalados, construyendo apresuradamente un montón de sochados precarios ninguno de los cuales es habitado, naturalmente, sino que operan como mojones que marcan la invasión. En su ingenuidad, los “sintecho” eligen cada uno su lotecito esperando quedarse allí cuando todo llegue a feliz término y se reparta el botín. Lo que ignoran, o prefieren ignorar, es que –en el último caso, el de COPACO- habían ocupado un predio de 68 hectáreas cuyo valor inmobiliario básico, sin plusvalía de mercado, es de unos 46 millones de dólares. Un cálculo moderado indica que ese “lotecito”, pongamos, de 100 metros cuadrados, vale la friolera de 40 millones de guaraníes. Saquen la cuenta. Imaginen el valor de mercado que adquieren los lotes más cercanos a las avenidas, los centros comerciales, etc. ¿Quiénes creen Udes. que van a quedarse con esas parcelas más valiosas, los “carne de cañón” que invadieron enfrentándose luego a la represión policial… o los buitres que esperan en sus ignotas oficinas, calculadora en mano, que la usurpación cuaje y que algún legislador oportunista –a la espera de una tajada- arremeta en la plenaria con un proyecto de ley de “expropiación con fines sociales” del terreno del artrítico paquidermo telefónico?
Se dice que muchos de los “ingenuos” invasores ya fueron estafados por sus managers de la usurpación. Lo menos que se puede decir es que han recibido su merecido. Ningún producto del asalto a la propiedad pública o privada puede ser legítimo.
Lo que se arrebata por la fuerza, se pierde por la fuerza.
Y no hay nada que reclamar.