En el Paraguay, el diálogo entre el hombre y la tierra lleva siglos y cada año, cada siembra y cosecha, ambos van comprendiéndose mejor para que esa relación de vida dure muchos siglos más .
Amelia E. Barr, “The Farmer” — 1880 — Texas, EE.UU.
El Rey hizo las reglas sobre la tierra y los mares.
El señor puede vivir con gran nobleza.
El soldado se pasea con pompa y orgullo.
El marinero deambula por el inmenso océano.
Pero para que esto, o aquello, pudiera ocurrir.
El agricultor debió alimentarlos a todos.
El escritor sueña, el poeta canta.
Los artesanos hacen cosas maravillosas.
El médico cura, el abogado defiende,
El minero sigue las pistas de la fortuna.
Pero para que esto, o aquello, pudiera ocurrir.
El agricultor debió alimentarlos a todos.
El comerciante puede comprar y vender,
El maestro, cumplir su deber.
Pero la humanidad puede pasar sus días ocupados,
O tan solo pasarlos de forma agradable.
De rey a mendigo, para que todo esto ocurra,
El agricultor debió alimentarlos a todos.
El comercio agrícola es de gran valor.
Él es socio del cielo y la tierra,
Él es socio del sol y de la lluvia,
Y ningún hombre pierde por sus ganancias.
Y la humanidad puede caer y levantarse
Pero el agricultor debe alimentarlos a todos.
Dios bendiga al hombre que siembra el trigo.
Que nos provee la leche, la fruta y la carne.
Haz que su bolsillo vaya pesado y su corazón ligero.
Que su ganado y su maíz y todo vaya bien.
Dios bendiga las semillas, que sus manos dejan caer,
Por el agricultor, que debe alimentarnos a todos.