Las mayores potencias mundiales hacen fortunas usando gas, petróleo y carbón, relativizando todos los protocolos sobre el cambio climático.
ASUNCION, 20-06-2023 (Chaco 4.0) – Paraguay se privó a sí mismo explotar y utilizar el gas natural existente en el subsuelo chaqueño. Lo hizo hasta 2016 cuando una ley del Congreso obligó a clausurar los pozos en plena producción.
Mientras tanto, ¿qué hacía el mundo?
En 2022, Noruega facturó US$ 126.000 millones vendiendo gas a la Unión Europea de la que no forma parte pero con la que hace buenos negocios. Los dividendos del gas (y del petróleo) le ha permitido formar un fondo soberano que supera los US$ 1,2 billones. Sin embargo, en 2017, fue el primer país llevado a los tribunales por emitir nuevas licencias para extracción de gas después de haber firmado y ratificado el Acuerdo de París sobre cambio climático. Un año después, un tribunal de primera instancia noruego concluyó que el Gobierno de este país podía seguir autorizando la exploración de petróleo en el Ártico de donde extrae el 30% de su producción de gas natural. No sólo eso, el tribunal dictaminó que «las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) que se producen en el extranjero por el petróleo y gas que exporta Noruega son irrelevantes y no violan ningún compromiso ambiental asumido por el país”.
Países Bajos inició una secuencia de cierre de pozos de extracción de gas, en especial en la zona altamente productiva de Groninga. Muchos de ellos permanecen “en expectativa” en caso de emergencia energética real. En ese caso, el Gobierno puede volver a conectar el gas de Groninga a la red con rapidez.
¿Se entiende, verdad? Mucho compromiso ambiental, mucha exigencia a sus consocios comerciales como Paraguay, pero si las papas queman, los europeos no trepidan en reabrir sus yacimientos de gas y de volver a operar sus centrales eléctricas a carbón.
DECIR UNA COSA Y HACER OTRA – La pregunta clave que domina el tema es: ¿Qué combustible fósil es el menos dañino para el medioambiente? La respuesta: gas natural, que emite menos CO2 por unidad de energía generada que cualquier otro combustible fósil.
Un ejemplo: el gas emite 181 kg de CO2 por cada vatio/hora de energía producida, mientras que el carbón mineral genera el doble, 360 kilogramos. Por todo esto, es que la Unión Europea ha clasificado al gas natural como combustible “de transición”, es decir, aquel que energizará la economía hasta que estemos preparados para el desfase de los combustibles fósiles.
¿Cuándo se producirá ese click? Nadie arriesga una fecha en un planeta convulsionado en el que los combustibles son el termómetro de crisis más sensible.
Por otro lado, una considerable cantidad de centros de explotación de gas natural se encuentran dentro de áreas protegidas terrestres y marinas. Las economías más pesadas del mundo lo hacen:
- EEUU: 500 pozos en áreas protegidas, 199 de ellos en Alaska.
- Reino Unido 509 pozos. En 2022, el Gobierno levantó la prohibición de usar el fracking para extraer gas. ¿Argumento? “Fortalecer el suministro de energía es una prioridad absoluta” — Liz Truss, Primera Ministra.
- Alemania, con 108 pozos y una mina de carbón, formó una comisión de expertos para reglamentar el fracking con el cual extraer gas en Baja Sajonia y Renania del Norte-Westfalia.
- Holanda, 175 pozos de gas en plena producción. En 2021 fue el décimo exportador mundial de gas facturando US$ 9.900 millones. Son unas monedas en una economía vapuleada por una onda de ecologismo extremo que está obligando al país a cerrar unas 20.000 unidades de producción agropecuaria.
Conclusión: Mientras los paraguayos nos prohibimos a nosotros mismos el aprovechamiento de un recurso natural de primer orden como el gas natural, el mundo relativiza todos los acuerdos y protocolos ambientales y se da el gran festín usando masivamente no solo gas natural sino también petróleo y carbón, tres combustibles de origen fósil que explican el 82% de la matriz energética mundial.