Convertidos en productores, dejan la agricultura de subsistencia para ingresar de lleno al mundo del agronegocio.
ASUNCION, 23-10-2022 (Chaco 4.0) – Los años ’70 del siglo XX fueron fatales para todas las formas de organización campesina. La doctrina anticomunista, basada en el principio continental de la seguridad nacional encabezada por EE.UU., veía en los comités locales no un escalón previo a la organización cooperativa sino conspiraciones contra el Gobierno. De ahí que cualquier reunión de pequeños grupos de campesinos era vista con sospechas, tal vez por aquel aforismo según el cual, dos paraguayos son una conspiración, tres un motín y cuatro una revolución. Esta ocurrencia se transformó en una consigna durante el estronismo para cortar de raíz cualquier intento de oposición seria contra el régimen.
A nivel rural, entre los años ’60 y los ’80 los comités de campesinos, las ligas agrarias y cualquier forma de organización colectiva entraba de inmediato en la zona gris de la sospecha y activaba todos los mecanismos de la represión, con episodios de enorme crueldad como las razzias de la tristemente célebre Pascua dolorosa de abril de 1976.
TARDÓ PERO LLEGÓ — Quizá por eso se haya tardado tanto en recuperar el valor práctico de entidades como los comités locales de pequeños productores, una forma básica de organización que está empezando a diseminarse entre propietarios o tenedores de pequeñas fincas rurales de menos de 20 hectáreas. Este entramado de parcelas es emergente de la reforma agraria emprendida en los años ’40 y que atravesó todo el resto del siglo XX y parte del XXI sin proporcionar respuestas definitivas a miles de campesinos quienes, aunque disponían de tierra, apenas lograban algo más que una agricultura de subsistencia.
El censo agropecuario ya en fase de culminación en el levantamiento de información, permitirá refrescar los números de su base de datos cuya última actualización proviene del 2008.
Pero los actores de la nueva forma de trabajo en alianza están articulando iniciativas conjuntas según los cánones más eficientes del agronegocio agrícola. Muchos pequeños campesinos, con parcelas de menos de 20 hectáreas, han pasado de alquilar sus tierras a trabajarlas en busca de rentabilidad permanente y controlable. En alianza con organizaciones gremiales como la Coordinadora Agrícola del Paraguay y la Unión de Gremios de la Producción, están combinando organización con aprendizaje a través de la capacitación técnica en el uso de material genético de alta biotecnología y el empleo de técnicas agronómicas como la siembra directa, los abonos verdes y la rotación de cultivos que multiplican rindes en una agricultura de conservación acorde con las normas y tendencias ambientales vigentes.
SE AMPLIAN LAS ALIANZAS — En esta acción conjunta combinan sus recursos, además de gremios como la CAP y la UGP, el Ministerio de Agricultura y Ganadería que aporta la expertis de sus extensionistas. La empresa Bayer, mediante su división CropScience y su experiencia en el Paraguay, hace un invaluable aporte de semillas de alto valor genético que garantiza altos rindes en un maíz de amplísimo uso en la tradicion culinaria paraguaya.
De esta manera, pequeños campesinos organizados a los que empiezan a asociarse comunidades originarias, desarrollan nuevas técnicas en áreas como la producción de leche así como la siembra de soja, maíz industrializable y avatiky (choclo), generando una dinámica de actividades productivas todo el año.
El espectro del abandono y la pobreza empieza a retroceder. Y los comités locales tienen mucho que ver con este nuevo campo emergente. Atrás quedó el miedo generado por el fanatismo sectario de la era estronista. Pero aún queda, como resabio a vencer, el sesgo ideológico que practican algunas oenegés que responden a patrones de ultramar con sus campañas para demonizar la soja y condenar el agronegocio.
DATO MATA RELATO — Esta prédica disolvente se vuelve inútil allí donde los comités de productores impulsan todas las formas de producción rentable, desde la leche preservada en cadenas de frio rumbo a las plantas industriales hasta la soja y el maíz que generan ganancia y aseguran futuro. Un solo comité local, San Marcos de Caaguazú, colocó leche por valor de Gs. 1.000 millones en tres años. En la campaña 21-22, 43.000 pequeños productores fueron responsables del 23% de la producción de soja de esa temporada. Y es muy posible que ese porcentaje se amplíe en el ciclo que acaba de arrancar.
Como suelo decir, dato mata relato.