Presentan la producción agropecuaria como atentatoria contra la vida y salud de las personas y destructora de la naturaleza.
ASUNCION, 27-05-2022 (Chaco 4.0) — “Construir una sociedad más democrática e igualitaria” dice la web oficial de cierta Fundación Rosa Luxemburgo que se ha permitido patrocinar un corto presuntamente documental titulado “Agronegocios vs. agricultura familiar campesina” en el Paraguay.
Una de dos: o los directivos de la fundación ignoran lo que están financiando o son cómplices en una campaña de mentiras tan torpe como ridícula.
Es tal el cúmulo de inexactitudes, falacias y fantasías que casi no valdría la pena contestarlas. Pero, una vez más, hagámoslo siquiera para refrescar verdades burdamente atropelladas en campañas como éstas, pagadas en dólares y que siempre encuentran fieles servidores locales.
PRIMERA MENTIRA: “El agronegocio expulsa a la población campesina”.
Esto es ignorar aviesamente el proceso de urbanización de la población, irreversible en toda América Latina. En Brasil sólo el 12% de la población vive en el campo y de allí sale una producción diversificada que autoabastece al país no solo en rubros de renta sino también de consumo diario, siendo el peso del agronegocio del 24,8% del PIB en 2020. En Argentina sólo el 8% de la población es rural pero las cadenas de valor que arrancan en el sector agropecuario generan en cascada el 16% del PIB, el 22% del empleo privado y el 67% de las exportaciones. Algo similar ocurre en Uruguay, con sólo un 5% de población rural. En el Paraguay, todavía el 37% de la población vive en el campo y sin embargo se tiene que traer del exterior la mayor parte de los rubros comestibles, casi todos introducidos de contrabando.
SEGUNDA MENTIRA: El agronegocio y la agricultura familiar son antagónicos.
Hasta para mentir hace falta un poco de verdad. El panfleto de la “Rosa Luxemburgo” afirma que el área de cobertura del agronegocio llega en el Paraguay a 5.500.000 hectáreas, cifra que el “consultor” local se guarda decir de dónde sacó. La realidad es que en la última campaña de la cadena de la soja, la cobertura llegó a las 3.300.000 hectáreas, con un pico de 3.550.000 en el ciclo 18-19, según datos de UGP y CAPECO.
La agricultura familiar, en cambio, se realiza en fincas promedio de 20 hectáreas producto de la reforma agraria iniciada en los años ’50. En la región Oriental, 2.335.000 hectáreas con este formato -según el censo agropecuario del MAG de 2008- están en poder de pequeños campesinos. La mayor parte de ellos practica una agricultura de subsistencia, escasamente tecnificada y centrada mayormente en rubros de autoconsumo. Un intento del Indert de censar sus 1.100 colonias abortó a poco de empezar. Sus resultados parciales, que podían consultarse en el denominado Sistema de Información de Recursos de la Tierra, han sido eliminados de la WEB oficial del ente. Lo ultimo que se supo en ese sitio es que apenas el 12% de los lotes adjudicados tenían título definitivo.
TERCERA MENTIRA – El agronegocio destruye la naturaleza.
Mezclándolo todo, el panfleto afirma obviedades pretendiendo convertirlas en una amenaza que sólo existe en la mente de quienes mueven campañas de esta naturaleza. Dice el “documental”: “Usan semillas transgénicas, fertilizantes químicos y agrotóxicos…”.
Los organismos genéticamente modificados (OGM), cuya inocuidad está científicamente comprobada, aseguran rendimientos estables, resistencia a plagas así como a las altas temperaturas y escasez de agua. Su uso está asociado a la eliminación del laboreo (arado del campo), el uso de abonos verdes, cobertura del suelo y rotación de cultivos. Es lo que se denomina siembra directa, técnica en la cual el Paraguay es líder mundial junto con Argentina y Uruguay y que racionaliza el uso de fertilizantes químicos y limita el empleo de defensivos agrícolas. Es lo que se define como agricultura sustentable con biotecnología.
Los agronegocios de hoy están lejos, muy lejos, de aquellas fumigaciones con órgano-clorados y órgano-fosforados, terribles plaguicidas de uso corriente, por ejemplo, en el cultivo del algodón el siglo pasado.
CUARTA MENTIRA – “El agronegocio proporciona sólo el 3% de los ingresos estatales…”
De nuevo, sin citar fuentes, el panfleto afirma algo que no se molesta en probar. La verdad, en cambio, es otra muy distinta. Según cifras proporcionadas por el Ministerio de Hacienda (Secretaría de Tributación) en 2020, la agricultura y la ganadería aportaron el 27,9% de los ingresos del fisco, por encima de actividades como la banca, los seguros, el comercio, la industria, los negocios inmobiliarios y la comunicación.
QUINTA MENTIRA – “El 3% de las fincas de agronegocios ocupan el 85% de las tierras…”
Esta relación 3-85 es la visión reduccionista de un libro que por los años ’40 del siglo pasado fue de consulta obligada: “La lucha por la tierra” de Carlos Pastore, que a lo largo de las décadas sufrió infinitas interpretaciones a manos de generaciones de sociólogos y consultores. Sostener la vigencia de esa proporción 70 años después es ignorar las transformaciones experimentadas por el país. Hoy, aparte de propietarios particulares y del propio Estado que a través del Indert es el más grande latifundista, hay cooperativas de productores, reservas y parques naturales y reservas indígenas que pulverizan esa ecuación.
Pero no faltan los oportunistas que la resucitan cada vez que les conviene a su discurso que atrasa décadas y que está dirigido a sorprender incautos.