Día de himno, bandera y escarapela. Estamos celebrando 211 años de independencia. Tan mecánica se ha vuelto la fiesta patria que a veces perdemos de vista los altos valores que encierra este legado de 1811.
¿Por qué fundamos esta República? Porque decidimos ser por siempre libres e independientes.
¿Para qué la fundamos? Para asegurar la libertad, la igualdad y la justicia como valores cardinales de la dignidad humana.
¿Lo estamos logrando? Creo que no. Nos hemos quedado a mitad de camino.
No es posible celebrar la independencia cuando una banda de facinerosos captura ciudadanos ante la impotencia más flagrante del Poder Público. Allí están Oscar, Edelio y Félix, sufriendo una amarga odisea a manos de criminales a quienes no llega la mano de la justicia.
No es posible celebrar la independencia cuando un productor rural tiene que salir a sembrar vistiendo chaleco antibalas porque vive sumido en la inseguridad rural.
No es posible celebrar la independencia cuando pequeños agricultores que decidieron ingresar al prometedor mundo del agronegocio son hostigados por hordas de imbéciles ideologizados por políticos oportunistas, algunos vistiendo la toga de senadores.
No es posible celebrar la independencia si existen dos sociedades: la que emplea la violencia como método para destruir el Estado y apropiarse de sus restos; y la que espera ser protegida por el Estado para ejercer, con trabajo digno y enaltecedor, su derecho a una movilidad social ascendente.
No es posible celebrar la independencia cuando vemos a sujetos investidos con la toga de legisladores enrostrarse mutuamente, y sin pudor alguno, su pertenencia al sórdido mundo de la narcopolítica que todo lo ha infectado. Son 125 supuestos “honorables” que han reemplazado la majestad del Congreso por un fétido vertedero en donde solo los cerdos pueden moverse a gusto.
Íntimamente, quiero celebrar la independencia. Pero se me encoge el alma cuando veo en que hemos convertido la República que un puñado de soñadores nos dejó en 1811.
Así, no tenemos destino sino un camino tortuoso, cubierto de niebla, hacia ninguna parte.
O cambiamos de rumbo, o el futuro se nos irá definitivamente de las manos. Creo que todos deseamos esa nueva ruta. Necesitamos construirla con urgencia.
Esa es la independencia que quiero celebrar.