¿Qué país produce energía 100% limpia, emite el 0,02% del CO2 mundial y conserva el 47% de sus bosques nativos?
ASUNCION, 22-01-2022 (Chaco 4.0) — Comencé a recorrer el Chaco en los ’70 cuando allí sólo había militares, ganaderos, menonitas y etnias originarias. La ruta Transchaco era una línea casi imaginaria entre Chaco í y Sargento Rodríguez, Hito III, en la frontera con Bolivia. Digo imaginaria porque el único pavimento existente en esa ruta unía la cabecera de Chaco í, por donde cruzaba la balsa que era el único medio que unía ambas regiones, con el enlace a la Transchaco. Desde allí eran más de 700 kilómetros de camino de tierra que se cerraba con frecuencia por las lluvias y que el tránsito cada vez más pesado hacía casi inviable para vehículos familiares o de turismo. Llegar a las colonias menonitas o a Mariscal Estigarribia era casi una expedición al peligro… el peligro de quedarte encajonado diez o quince días por algún diluvio estacional. Lagerenza, Gabino Mendoza, Infante Rivarola, Ochoa o Nueva Asunción lo mismo podrían estar en la Luna.
Para tener una idea del aislamiento en que vivía esa gente, en especial en los sitios más distantes, un día al salir para Lagerenza en una baqueteada pero indestructible “Bandeirante”, alguien me dijo en Filadelfia: “Lleve pilas y foquitos para linternas. No sabe cómo se lo van a agradecer”. Luego supe la diferencia que puede hacer, en el Chaco profundo, una linterna que funcione y una buena reserva de pilas. El viaje entre kilómetro 220 Montanía y Coronel Pablo Lagerenza incluyó una larguísima curva para rodear el parque Nacional Defensores del Chaco.
Fue una travesía a través de montes ininterrumpidos y en donde los pobladores se contaban con los dedos de una mano.
EL CAMBIO – Medio siglo después un buen amigo tuvo la gentileza de llevarme a conocer su establecimiento agropecuario ubicado unos 80 kilómetros al este de Lagerenza, en lo que hoy se conoce como Agua Dulce. A vuelo de pájaro desde Asunción son 690 kilómetros y desde Filadelfia, 290. Pero esta vez viajé en primera clase. Desde Asunción a Filadelfia en una 4×4 con aire acondicionado y ruta pavimentada. Y desde Filadelfia a Agua Dulce, en un Cessna (creo que un 172) haciendo un ángulo para sobrevolar Bahía Negra y desde allí, a destino.
Lo que ví durante ese vuelo me dejó sin palabras.
Casi no había un kilómetro sin algún desarrollo agropecuario. La norma vigente para trabajar esta región con cambio de uso del suelo (que el ambientalismo extremo denomina “deforestación”) obliga a que cada agroganadera conserve el 25% de su área boscosa original, además de otro 13% en cortinas amortiguadoras del viento y hasta un 8% de vegetación protectora de cauces hídricos. En la práctica, el promedio de reserva de bosque nativo es del 40%. Comentario al margen: ¿Qué proyecto agroganadero puede darse el lujo de dejar intocado el 40% de su inversión inmobiliaria? En el Chaco, eso es norma.
La otra visión que me impactó fue la abundante reserva de agua mediante la combinación de tanques australianos y tajamares que acompañan cada desarrollo agropecuario. El agua es un factor crítico en el Chaco y los productores han aprendido a utilizarla con extremo cuidado en una región en donde la tasa de evaporación es alucinante. Muchos practican con gran eficiencia la cosecha de agua, un procedimiento que permite recolectar agua de lluvia almacenándola de diversas maneras. Otras empresas agregan a este sistema la extracción de agua subterránea mediante bombas solares (movidas a energía fotovoltaica), siempre que las napas tengan suficiente potabilidad.
Y AHORA, DE GOLPE… – No voy a extenderme en lo que hoy es el Chaco como emporio de producción ganadera, industrial transformadora, con la agricultura en auge y como centro de acopio logístico de granos de gran salida como la soja, el maíz, el sorgo y el trigo. En ese punto, la realidad va abriéndose paso cada vez con más fuerza.
Lo que sí quiero remarcar es que debemos poner mucha atención a los enfoques cada vez más frecuentes, y no pocas veces de un alto sesgo ideológico, sobre el proceso que experimenta el Chaco paraguayo.
Algunas corrientes que yo llamo -sin rigor académico alguno- “ambientalismo extremo”, intentan presentar el desarrollo del Chaco como un proceso de destrucción masiva medioambiental producto de la codicia sin freno de capitales expoliadores de recursos naturales, etc. etc….
Muchos estudios e informes presentados como rigurosamente científicos advierten que el ecosistema chaqueño es de una extrema fragilidad y que la única forma de preservarlo es dejarlo intocado, como una reserva natural in aeternum. No faltan los eco-fundamentalistas locales a quienes gustaría que el Chaco fuera cerrado con cien candados. Ojalá esos ardientes paladines del ambientalismo extremo pudieran traer el ejemplo de algún país que deje sin aprovechar el 60,6% de su territorio teniendo apenas 406.252 kilómetros de superficie total.
SI, EL DEBATE… – Claro, los debates debieran ser esclarecedores. Pero antes de involucrarnos en uno, debemos dejar bien en claro lo que estamos haciendo en el Chaco, con plena conciencia y apego a la legislación que nos rige.
Celebro que haya gente interesada en saber si la Bioceánica va a producir tal efecto o la soja aquel otro. Pero nada más para poner las cosas en clave, pregunto:
- El que nos pide cuentas, ¿vive en un país que genera el 100% de la energía eléctrica que consume con fuentes limpias y renovables? Nosotros sí.
- El que nos lleva a sentarnos ante un tribunal ambiental, ¿vive en un país en donde el arado pasó a la historia, produce alimentos cien por ciento con siembra directa y en balance con el medio ambiente? Los paraguayos sí.
- El riguroso fiscal que levanta cargos contra el Paraguay, ¿vive en un país que conserva el 47% de cobertura de bosques nativos? En este país, sí.
Si el debate tiende a echar luz sobre aspectos -para otros- desconocidos sobre el Chaco, bienvenido. En vez de debate, lo llamaremos divulgación. Los invitaremos cordialmente: “Conozcan el Chaco tal y como es hoy”.
Pero si de lo que se trata es ponernos a la defensiva en lo ambiental, descubramos todos las cartas y anotemos. Los rígidos fiscales acusadores provienen, sin excepción, del selecto G20, responsable de volcar a la atmósfera el 78% del anhidrido carbónico, el metano, el oxido nitroso y los fluorocarbonados causantes del calentamiento global y el cambio climático.
Nosotros, con apenas el 0,02% de aporte en GEI, podemos pararnos frente a nuestros autonombrados “jueces ambientales” y echarles en cara su hipocresía.
Bienvenido el debate. Pero primero, que quienes lo proponen abandonen su soberbia y asuman que para entrar a discutir con el Paraguay, deberían escuchar y ver más, y juzgar menos.