Otra vez carga sobre la producción mecanizada citando denuncias presentadas hace 12 años y jamás comprobadas.
ASUNCION, 14-10-2021 (Chaco 4.0) – Nuevamente las Naciones Unidas intenta echar sombras sobre la producción agropecuaria mecanizada y sustentable con biotecnología emitiendo un dictamen lleno de acusaciones sin fundamento y sin pruebas fehacientes.
A comienzos de semana, la Comisión de Derechos Humanos del organismo emitió un dictamen en el que se afirma que la comunidad indígena de Campo Agua’ẽ, Curuguaty, departamento de Curuguaty, fue victima de fumigaciones por productores lindantes con el asentamiento.
Los redactores del informe hacen estas afirmaciones:
- Envenenamiento de cursos de agua
- Destrucción de cultivos de subsistencia
- Muerte de animales de cría
- Extinción masiva de peces, abejas y animales de caza, causando problemas de salud.
- Injerencia arbitraria de su vida privada, familiar y domicilio.
Si estos hechos fueran ciertos, uno solo de ellos bastaría para que cualquier fiscal del ambiente, medianamente despierto, inicie un proceso capaz de llevar a la cárcel al o los responsables de semejantes violaciones de la legislación ambiental. Un panorama apocalíptico de esa magnitud habría ofrecido material suficiente para noticieros de televisión y ediciones completas de cualquier diario. ¿Por qué será que ningun medio se enteró?
Además, hechos como los descritos no se dan en un solo día y luego desaparecen. Mortandad de peces, muerte de animales de cría, destrucción de cultivos, todo eso debió ocurrir en un plazo suficiente para que el INDI se ocupara del problema mucho antes que la ONU. ¿Dónde estaba el INDI, por qué nada de eso quedó documentado? ¿No se supone acaso que es el “órgano rector encargado de velar por el cumplimiento de los derechos de los pueblos indígenas? ¿Estuvieron durmiendo?
¿No será que todo lo denunciado no es sino simple negocio de picapleitos?
MUNDO IMAGINARIO – La ONU describe, además, un mundo imaginario compuesto por comunidades precolombinas dedicadas a una especie de agricultura de subsistencia -como en el neolítico- a la vez que practican la caza, la pesca y la recolección. Esta forma de vida prácticamente ya no existe ni siquiera en el Chaco, no digamos ya en la región Oriental bullente de actividades productivas.
Las etnias integradas a la vida moderna han preferido sumarse a la producción de renta, integrando diversas cadenas productivas. Uno de los ejemplos más claros es la comunidad de Puerto Barra, cuyo dirigente, José Anegi, dirigió a la ONU en 2017 el siguiente mensaje:
“Como indígenas apoyamos las commodities sostenibles para salir de la pobreza y a la vez respetar el ambiente. Si quieres alimentar al país, debes alimentar el bosque”.
Claro que los “expertos” de la ONU estarían ocupados en alguna urgencia y no tuvieron tiempo para escuchar a este vocero aché que conduce a su gente desde hace años y convirtiendo su comunidad en un ejemplo de trabajo y de inserción en el siglo XXI.
LA FUMIGACION QUE NO EXISTIÓ – Las historias sobre supuestas intoxicaciones de pueblos indígenas se repiten con frecuencia.
En 2009, una comisión de parlamentarios encabezada por la Ministra de Salud de entonces, Esperanza Martínez, viajó a la localidad de Itakyry a raíz de denuncias sobre supuestas fumigaciones de plantíos de una comunidad indígena colindante a desarrollos agropecuarios.
El grupo afirmó luego que más de una treintena de nativos sufrían síntomas de intoxicación a raíz del uso de productos químicos. Sin embargo, la Fiscalía del Ambiente dictaminaría, días más tarde, que ninguno de los 32 pobladores indígenas a quienes se practicó un examen de sangre y orina en un prestigioso laboratorio asunceno presentaban rastro alguno de intoxicación alguna. Poco después, un perito de la Corte Suprema de Justicia examinó el avión que se señalaba como responsable de la fumigación, constatando que no solo no tenía rastros de agroquímicos sino que tampoco podría fumigar por tratarse de un avión de pasajeros. Por supuesto, la comisión de marras jamás rectificó sus acusaciones.