La ONU adelantó su reloj del fin del mundo y busca acorralar a países en desarrollo con predicciones de sequías apocalípticas e inundaciones catastróficas.
Cristian Nielsen — Editor
ASUNCION, 10-08-2021 (Chaco 4.0) – La campaña agrícola 20-21 fue un ejemplo de cómo un sistema productivo trabaja interpretando las señales del cambio climático y enfrentando sus desafíos con acciones apropiadas. Esto demuestre que el Paraguay es, de lejos, campeon mundial en la producción sustentable de alimentos para el mundo.
“Los resultados de esta última campaña y considerando los ajustes de manejo de siembra que con todo éxito han hecho los productores -señalaba en junio pasado un dirigente de la producción-, queda claro que se hace cada vez más necesaria la cooperación internacional para reforzar la investigación para el desarrollo y profundizar las técnicas de manejo que permitan enfrentar con mayor éxito el cambio climático”.
Esta realidad, expresada en cifras concretas y resultados objetivos, define la situación de liderazgo que el Paraguay mantiene como campeón mundial de la producción limpia, sustentable y rentable.
OTRA VEZ LA ONU — La ONU decidió dar una nueva vuelta de tuerca en el reparto de culpas del cambio climático y el calentamiento global, y comisionar al cuestionado IPCC (grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático) para doblar la apuesta y advertir que al mundo, tal como lo conocemos, le quedan menos de 20 años.
Así como suena.
Y peor aún: en apenas 10 años se alcanzaría un aumento de 1,5° centígrados en la temperatura promedio.
«De repente todo se volverá muy catastrófico. El cambio climático no es un problema del futuro, está aquí y ahora y afecta a todas las regiones del mundo» advierte una experta de la Universidad de Oxford, quien participó de la redacción del informe del IPCC.
¿Quiénes son los responsables de este despeñadero hacia el apocalipsis? Según la ONU y su hijo dilecto, el IPCC, el uso masivo de combustibles fósiles y la deforestación, así como las actividades agrícolas y ganaderas y sus consecuencias, los gases de efecto invernadero.
DEUDORES Y ACREEDORES – En lo que respecta al uso de bosques con fines económicos, el Primer Mundo ha pasado por todas las etapas. Europa liquidó sus bosques vírgenes hace siglos y hoy mantiene un creciente ritmo de implantación de bosques con fines de cobertura y de uso industrial. Estados Unidos sigue esa política y sus bosques nativos prácticamente han desaparecido. En EE.UU. la biomasa -quema de leña y residuos orgánicos-, participa en un 25 por ciento de la producción de energía eléctrica y las actividades industriales. En Europa, la paridad es del 10.5%.
En el Paraguay, en tanto, la energía eléctrica la producimos un 100% con hidroeléctricas, siendo además esa fuente la que mueve la casi totalidad de las actividades industriales más variadas.
La producción agropecuaria, por otro lado, es modelo de respeto al medioambiente, con la siembra directa, la rotación de cultivos, el uso de abonos verdes, la biotecnología, la cría de ganado a pasto y, en general, las buenas prácticas que garantizan una permanente adaptación a los desafíos del cambio climático. En suma: producimos comida para 80 millones de habitantes en armonía con el medio ambiente.
Todo esto determina que el Paraguay contribuya con apenas el 0,02% del total mundial de CO2 de cuya emisión, EE.UU., China y la Unión Europea son responsables en un 49,2% (2018).
BASTA DE LENGUAJE AMBIGUO – Estas cifras rotundas ponen al Paraguay en la posición clara de país acreedor, no deudor, en la contabilidad mundial de sociedades que operan con balance positivo medioambiental frente a otras brutalmente deficitarias.
Después de mucho tiempo, un representante gubernamental ha puesto en claro esta condición, cuando el Ministro Santiago Bertoni manifestó ante un foro internacional:
“El Paraguay está comprometido a producir alimentos en forma sostenible, respetando el equilibrio entre los tres pilares de la sostenibilidad, contribuyendo a la reducción de la pobreza, el uso eficiente y responsable de los recursos naturales y el desarrollo económico”.
Sin embargo otra repartición gubernamental, el MADES, sigue su curso sinuoso siempre dispuesto a mantener el vasallaje ambiental del país implementando procedimientos como el SIAM (sistema de información ambiental) y su ley constitutiva, un verdadero mecanismo de obstrucción de los procesos productivos del cual, más temprano que tarde, sus responsables tendrán que rendir cuentas.