Ningún secreto: asociación, alianzas, tecnología, buenas prácticas y reglas del mercado.
Cristian Nielsen — Editor
ASUNCION, 02-07-2021 (Chaco 4.0) – La transformación del uso de la tierra distribuida en reforma agraria está adquiriendo una velocidad inusitada. Un estudio encargado en 2008 por la Asociación Rural del Paraguay (ARP) y la Unión de Gremios de la Producción (UGP) a la firma Geoconsultores dictaminó que de las 5.000.000 de hectáreas de tierra de uso estrictamente agrícola en la Región Oriental, 2.138.000 hectáreas, el 42,8%, estaban en poder de asentamientos campesinos, en fincas distribuidas por el IRA-IBR-INDERT a lo largo de más de 60 años de reforma agraria.
Años más tarde, el propio INDERT intentaría un censo de asentamientos para determinar el estado de dichas colonias y su evolución. Los resultados que revela el Sistema de Información y Recursos de la Tierra (SIRT) no pueden ser más desalentadores. El último informe daba cuenta que de las 1.100 colonias del sistema, sólo fueron relevadas 193 con diagnóstico socioeconómico de 180 de ellas. Así se supo que apenas el 9% está titulado, el 6% recibe asistencia técnica, el 5% recibe asistencia crediticia del sector privado y 4,2% de instituciones públicas. Finalmente, apenas del 43,3% de los lotes tenía alguna clase de cultivo.
El estudio se detuvo por denuncias de corrupción en el uso de fondos y el SIRT es hoy una especie de pieza de museo, inactiva y desactualizada.
LOS ABANDONO EL ALGODON – Muchos pequeños productores del sistema de reforma agraria, con lotes de menos de 20 hectáreas producto del reparto de tierras, participaron de la penosa saga del algodón. Y digo penosa porque tras conocer un auge extraordinario, el algodón prácticamente desapareció de escena dejando a miles de pequeños campesinos a la deriva.
La expansión fue empujada en los años ’80, con el desarrollo de variedades locales –Reba B-50, P-279 y Linea 100– que lograron entusiasmar a los productores. Para 1990, unas 220.000 fincas familiares se dedicaban a su cultivo cubriendo alrededor de 500.000 hectáreas. Ese año, el Paraguay exportó 231.677 toneladas de fibra por valor de US$ 333.000.000 (BCP). Fue el cenit. A partir de allí, el algodón cayó en picada hasta prácticamente desaparecer de las tablas de producción y exportación. ¿Causas? Suelos degradados, uso de técnicas obsoletas como el arado, la falta de rotación de cultivos (ese sí era un monocultivo), baja productividad, nula integración productiva, etc.
Esta condición se fue profundizando. La pequeña agricultura familiar perdió uno de sus escasos cultivos de renta, quedando a la deriva.
Entonces, llegó una oportunidad.
EL TREN DE LA SOJA – El cultivo de la soja en fincas familiares no tuvo mayor expansión hasta que los pequeños productores decidieron incursionar en la oleaginosa al quedar sin la entrada que proporcionaba el algodón. En 2008, fecha del ultimo censo agropecuario del MAG, las fincas de menos de 20 hectáreas dedicadas a la soja no cubrían más de 130.000 hectáreas.
Desde entonces y hasta el presente, tanto el numero de productores como la cantidad de hectáreas no han cesado de crecer. La cobertura se ha sextuplicado y en la ultima campaña 20-21, 43.294 fincas de menos de 20 hectáreas cubrieron 865.875 hectáreas en 10 departamentos.
¿Cuál es el secreto de esta expansión? Ninguno, porque todo está a la vista.
Primero, asociación. Los pequeños productores forman comités locales de 10, 20 o 40 integrantes reuniendo así entre 100 y 400 hectáreas cultivables en conjunto.
Segundo, alianzas. Así organizados, los productores entablan alianzas con gremios de la producción como UGP o CAP, con institutos de biotecnología como INBIO, obtentores de semillas como Bayer, Cargill y el Ministerio de Agricultura y Ganadería.
Tercero, capacitación. Los productores reciben charlas instructivas en días de campo durante los cuales incorporan conocimientos sobre uso de semillas, fertilizantes y defensivos agrícolas.
Cuarto, buenas prácticas. Los pequeños productores incorporan buenas prácticas agrícolas como rotación de cultivos, uso de abonos verdes y control integrado de plagas.
Quinto, comercialización. Este grado de aprendizaje y de capacitación permite a los agricultores organizados producir una soja pareja y totalmente colocable en los mercados que demandan calidad estandarizada.
Sexto, entran al sistema. Regularizar la producción habilita a los productores a ser sujetos de crédito tanto en la banca pública como privada.
Septimo, desarrollan capacidades que aplican en otros cultivos como el maíz, el girasol, etc.
NO HAY VUELTA ATRÁS – El mapa de las fincas de la tradicional agricultura familiar campesina se coloreó fuertemente esta ultima campaña de la soja.
Del total de tierras agrícolas de la Región Oriental que en 2008 estaban en poder de asentamientos campesinos -2.138.000 hectáreas- el 40,4% fue dedicado a la soja.
El impacto que produce este fenómeno es tan grande que las fincas familiares participan ya con un 23,4% del total de soja producida entre grandes, medianos y pequeños productores.
La incertidumbre va dejando de ser un sentimiento común para estas familias, muchas de las cuales están aprendiendo a cultivar en ciclo completo, produciendo alimentos para autoconsumo (leche, aves, cerdos), forraje y balanceados sin olvidar la capitalización.
En pocas palabras: entran al agronegocio que les abre un horizonte seguro y prometedor.
Y ante eso, no hay vuelta atrás.