Lectura directa entre políticos oportunistas y usurpadores profesionales: “La tierra es de todos, vayan e invadan”.
Cristian Nielsen – Editor
ASUNCION, 18-06-2021 (Chaco 4.0) – Francisco sabe de lo que habla. No es un improvisado. En estos días pareció haber buceado en algunos amarillentos documentos, no provenientes de concilios medioevales sino particularmente de los que tienen el nombre de Puebla, uno de los estados más antiguos de México. En el tercero de los pronunciamientos emitido en 1979, el episcopado latinoamericano señala: “…la propiedad no da derecho a un dominio absoluto e ilimitado y que constituye una obligación urgente restablecer a la propiedad su finalidad primaria, es decir, ser útil y beneficiosa a todos». Más de 40 años después Bergoglio, el primer papa jesuita de la historia de la Iglesia, emitió un mensaje en esa línea: “La propiedad es un derecho secundario derivado del destino universal de los bienes creados”.
El enunciado puede dar lugar a grandes debates al interior de los teólogos e historiadores de la Iglesia Católica, como el que empeñaba a los polemistas de antaño en dilucidar si Jesucristo era dueño o no de las ropas que vestía.

“VAYAN E INVADAN” – El mensaje de Francisco es como regar con gasoil un monte incendiado. En 2021, relativizar el principio de la propiedad privada es consagrar su atropello abriendo las puertas a la invasión de tierras.
Para los usurpadores profesionales, con los políticos a la cabeza, el detalle de si la tierra “es útil y beneficiosa para todos” es secundario. En el Paraguay lo vemos todos los días. Fincas perfectamente explotadas, con establecimientos en producción de ciclo cerrado, estancias con pasturas sembradas, bosques naturales mantenidos en reserva natural protegida, todo puede ser atropellado e invadido, poniendo al dueño contra la pared y obligándolo -como si fuera él el delincuente- a probar la legitimidad de su propiedad.
Es más. La usurpación podría alcanzar rango legal si prospera el proyecto de ley elaborado, entre otros, por un consumado propiciador de invasión de propiedades, el senador Santa Cruz, aliado a otros como Desiré Masi, Victor Ríos y el defenestrado Payo Cubas. Según este proyecto, bastaría con seis meses de invasión para que la tierra sea traspasada a los delincuentes convertidos de hecho en ocupantes y futuros propietarios.

UN MEDIO, NO UN FIN – Francisco se embandera con eso de que la tierra tiene que ser útil y beneficiosa para todos, como si fuera un fin en sí misma.
En el Paraguay del siglo XXI, la tierra es un medio de producción que en las manos apropiadas genera trabajo y prosperidad para quienes saben cómo hacerla producir. Las comunidades chaqueñas lo demuestran a diario, arrancando a una tierra seca y hostil sorprendentes resultados agrícolas y ganaderos, todo en base a trabajo duro, inversión de riesgo, incorporación de tecnología y… más trabajo duro. Lo hizo gente que no se sentó a esperar que el Estado “le diera algo». Se arremangó y lo hizo por su cuenta.
Lo mismo ocurre en la región Oriental, en donde miles de pequeños campesinos que quedaron abandonados a su suerte cuando el algodón desapareció del campo, hoy entran a la cadena de valor de la soja formando comités y entrando a un mundo productivo que los ha rescatado de la pobreza y los está convirtiendo en prósperos actores principales del agronegocio. Tanto que el 23% de las más de 10 millones de toneladas de soja de la última campaña provinieron de fincas de menos de 20 hectáreas.
Hoy, esos pequeños campesinos hablan otro idioma económico y como tienen mercado asegurado y saben cómo producir lo que el mercado les demanda, no tienen empacho en alquilar tierras o comprarlas invirtiendo ganancias y tomando créditos.
El mensaje de Francisco atrasa. Está anclado en un modelo dejado atrás por un mundo en transformación. Un mundo, vale remarcarlo, al que pertenece un gran sector del Paraguay que ha abandonado el discurso de derrota y que se ha subido al tren del progreso en el que cada día más campesinos están ocupando su lugar de gente de negocios.