El campo le respondió con un paro. Ahora falta carne y empieza a subir de precio. Ya lo probaron antes con el mismo resultado.
Cristian Nielsen – Editor
ASUNCION, 29-05-2021 (Chaco 4.0) — Pocas veces Argentina se ha visto frente a una situación tan penosa como la actual. No hablaré sobre el drama del coronavirus, enfermos, fallecidos y hospitales colapsados, porque nosotros no estamos mucho mejor que Argentina. Y nada parece que vayan a mejorar pronto las cosas.
Me centraré exclusivamente en la situación de su economía, sometida a un estrés pocas veces experimentado a lo largo de su turbulenta historia contemporánea.
Muchos argentinos quieren mandar a su presidente Alberto Fernández a la facultad para que haga por lo menos algún diplomado en economía.
Y la verdad es que le hace falta.
PALOS DE CIEGO – Fernández no sabe cómo detener la inflación que devora velozmente el salario de los argentinos. Pero es insistente, hasta en las pifiadas. Ahora se inventó la historia de que los ganaderos, los frigoríficos y los supermercados están hambreando a los argentinos, vendiéndoles su carne al mismo precio vigente en Europa.
Lo cómico no es que lo afirme con tono doctoral sino que se lo repita una y otra vez a quienes quieran oírlo. Los periodistas argentinos se han hecho un banquete con semejante burrada.
Por mi parte, he tomado el tema más por curiosidad que por diversión, sólo para ver cómo funciona la mente de algunos políticos, en especial los que llegan a la máxima magistratura electiva.
Ya hice las conversiones, tomando el euro a 130 pesos argentinos para no exagerar. Y he hallado que un kilo de carnaza, de la que los argentinos llaman “bife ancho”, cuesta en España 5.200 pesos, en Suiza 8.125 pesos y en Alemania 3.600 pesitos, según reporta el matutino Expansión. Un kilo de la misma carne costaba en Buenos Aires, entrada la cuarta semana de mayo, 650 pesos. Ese mismo corte cuesta en Asunción 875 pesos (Gs. 35.000), y 1.000 pesos argentinos en Santiago de Chile o 7.700 pesos chilenos.
Es decir, que la carne que más consumen los porteños no sólo es mucho más cara en Europa sino también en cualquiera de las economías vecinas a Argentina.
¿Qué cuentas sacó el presidente Fernández para no ver una verdad tan evidente?
DEFICIT-EMISION-INFLACION – Argentina está presa de un esquema letal del cual le costará una barbaridad salir, cada vez más en la medida en que siga demorando las medidas que inevitablemente alguien deberá adoptar.
Argentina viene acumulando déficit fiscal por décadas. Los últimos cinco años antes de la pandemia, registró un rojo fiscal de un mínimo de un 4,47% sobre el PIB hasta un 6,69%. ¿Cómo ha venido “enjugando” ese deficti? Con la fórmula habitual, es decir, emitiendo moneda sin respaldo (emisión inorgánica) e intentando contener la marea de pesos con instrumentos de regulación monetaria que han transitado todas las modalidades, nombres y tasas de interés imaginables: Letras de Liquidez (Leliq), Letras del Banco Central (Lebac), Bonos del Tesoro (Botes) y cosas por el estilo. Las tasas de referencia llegaron a arañar el 90% en los peores momentos del “tsunami de pesos” como lo llaman en la City porteña.
El gasto del Estado argentino es demencial. “En 2019, el Estado pagó 21,4 millones de beneficios, entre jubilaciones, asignaciones familiares, AUH y diversos planes sociales. Para este año, por la pandemia y la cuarentena, se pagarán más de 33 millones de beneficios a 27 millones de personas” (Clarin, setiembre 2020). Argentina tiene, vale señalarlo, 44 millones de habitantes.
Consecuencia clavada: inflación galopante. Economía para escolares.
Pero el presidente argentino no vé eso, sino que en sus sueños se le aparecen unos ganaderos despiadados, con los ojos inyectados en sangre, obligando a la gente a comer la carne más cara del planeta… o morirse de hambre.
¿No será que la cosa va por otro lado?
DERRUMBE SALARIAL –El salario de los argentinos ha sufrido una merma de poder adquisitivo tan brutal que para mediados de 2020, el 42% de las personas estaba por debajo de la línea de pobreza y el 10,5% en la indigencia. Las primeras apenas ganan para comer. Las segundas, ni eso.
Ante esta realidad lacerante, Alberto Fernández tomó esta decisión: prohibir la exportación de carne para que la sobreoferta local en Argentina haga caer los precios que, como queda probado, son los más bajos del mundo.
Pero el presidente pifió el enfoque y el resultado es que la carne empezó a subir de precio en lugar de bajar. Y a faltar en las gondolas.
Lo que en realidad está ocurriendo es que la inflación devora a paso acelerado el salario del trabajador. En 2015, el salario mínimo en Argentina era de 5.600 pesos, equivalentes a 554 euros. Ese dinero alcanzaba para comprar 78 kilos de carne bife ancho.
Este año, a marzo pasado, el salario había subido a 21.600 pesos… nominalmente, porque en realidad equivale a 235 euros. Con esa cantidad hoy un argentino compra 27 kilos de carne, casi tres veces menos que seis años atrás.
No es la carne la que subió de precio sino el peso que perdió drásticamente su valor.
CONCLUSION – Argentina es una suerte de laboratorio a cielo abierto en donde gobierno tras gobierno ensaya todo tipo de fórmulas, la mayor parte de las cuales terminan en desastre y en sufrimiento para cada vez más argentinos.
Prohibir las exportaciones de carne ya lo hicieron antes y toda la cadena de valor sufrió un drástico proceso de descapitalización y desmotivación al perder el mercado exterior. Son fórmulas que a veces seducen a políticos improvisados y los impulsan a tomar caminos erróneos que agravan el mal que pretenden corregir.
Que no nos pase nunca a nosotros.