Hoy, la agricultura sustentable con biotecnología es adoptada por pequeñas fincas campesinas con éxito creciente.
ASUNCION, 21-05-2021 (Chaco 4.0) – El imaginario popular, generalmente basado en desinformación, ignorancia y no pocos prejuicios, considera que la producción mecanizada y tecnologizada es de propiedad exclusiva de las grandes fincas empresariales.
Sin embargo, la realidad es otra. En la campaña de la soja 20-21, el 23,6% de la producción salió de fincas menores de 20 hectáreas, muchas de ellas abandonadas a su suerte con la quiebra del complejo algodonero a finales de siglo.
Esto ha sido posible gracias a que cada vez más pequeños productores se deciden a entrar al agronegocio en base a dos ejes esenciales: organización en comités de productores y adopción de biotecnología que asegura rindes, mercado y renta nunca antes imaginada.
Todo esto forma parte de una corriente de inversión en investigación para el desarrollo (I+D) que ha proyectado a la agricultura paraguaya a escalones de alto nivel.
ETAPAS CLAVE — “Paraguay tuvo dos grandes saltos tecnológicos en los últimos 30 años. El primero fue la adopción de la siembra directa que permitió frenar la degradación de suelos, mejorar la productividad y la calidad de los suelos. El segundo avance lo trajo la biotecnología moderna” expresó el Ing. Agr. Hector Cristaldo, directivo del Instituto de Biotecnología Agraria (INBIO) en representación de la Coordinadora Agrícola del Paraguay (CAP).
Estas etapas pusieron de resalto, explica Cristaldo, un hecho de aquellos días: el mundo trabajaba sobre patentes productos de estas investigaciones. “Y nosotros no las teníamos. Así que los distintos gremios nos pusimos a trabajar a fin de tener un acceso ordenado, sistemático y transparente a las nuevas tecnologías de la producción” agrega Cristaldo.
ENTONCES, INBIO – Estas conversaciones desembocaron finalmente en 2006 en la creación de INBIO, lo cual nos permite seguir de cerca el proceso de adopción de la biotecnología y sus hallazgos no solo en eventos vinculados a la soja sino también en el algodón, el maíz y las diferentes variantes.
“El resultado en el campo fue evidente -remarcó Cristaldo-. Primero, se logró superar la resistencia hacia estas tecnologías que en el gran público se basaba principalmente en el desconocimiento y en prejuicios de un sector muy radicalizado en contra”.
Finalmente, Cristaldo concluyó en que la realidad terminó por imponerse al temor, la desconfianza y, sobre todo, los prejuicios sin ningún fundamento.
Actualmente, el Paraguay tiene un ritmo de investigación que le permite responder no solo a la demanda local y creciente de productos biotecnológicos para el agro sino que además se trabaja en programas de transferencia en Bolivia, que se ha convertido en un gran demandante de biotecnología paraguaya de la soja.