Una vez más los diputados se meten a legislar sobre conflictos inexistentes.
Por Cristian Nielsen — Editor
ASUNCION, 14-08-2020 (Chaco 4.0) — La iniciativa de cinco diputados de meterse de contrabando en el mundo de la producción tecnificada de estricto dominio privado puede pasar a la historia como el más insólito, descabellado y desubicado de los actos legislativos.
Hasta el nombre del proyecto conque lo intentaron revela la enorme improvisación. Se titula proyecto de ley que exonera temporalmente la obligación del pago del canon para la entrega onerosa de granos de soja con tecnología genéticamente modificadas durante la zafra 2020/2021.
Poniendo a un lado los errores de concepto y hasta de concordancia gramatical, los honorables se abocaron una vez más a legislar donde no los han llamado.
“SI NO ESTÁ ROTO…” – Los anglosajones dicen: “Don’t fix it if it’s not broken”. O sea, si no está roto, no lo arregles. Pues bien, eso es lo que han intentado los legisladores con su proyecto de titulo kilométrico y despistado.
Dice en una parte la presentación: “La utilización que estas tecnologías requiere el uso de mayores volúmenes de defensivos agrícolas y más aplicaciones para el control de insectos y malezas por cada hectárea, lo que nos da la pauta de que se puede estar perdiendo la efectividad de estos genes”.
Esta afirmación revela un despiste monumental de los inspiradores del adefesio. La aplicación de biotecnología es sólo un eslabón más en la cadena de componentes de la agricultura sustentable. Los productores de hoy combinan el cuidado del suelo con cultivos de cobertura (abonos verdes), la siembra directa, la rotación de cultivos, el monitoreo con drones y, por supuesto, el uso de variedades con prestaciones cada vez más precisas que –al contrario de lo afirmado por los honorables-, reducen el uso de agroquímicos como fertilizantes, fungicidas y otros valiosos auxiliares del productor.
En cuanto aquello de que “…se puede estar perdiendo la efectividad de estos genes”, es una afirmación llena de misterio que sólo sus redactores podrían develar. A no ser que se refieran a la gradual pérdida de poder germinativo que las semillas sufren con el tiempo. De hecho, una variedad de semilla, digamos, de maíz recién adquirida a un proveedor registrado puede brindar una cosecha abundante una temporada, pudiendo el productor guardar una parte como simiente para la próxima campaña. Pero esta repetición tiene una fecha de vencimiento.
Todo productor informado protege la rentabilidad de sus cultivos con semillas certificadas y de potencial asegurado. Este es el origen de una alianza entre desarrolladores de biotecnología y productores dispuestos a competir en un mercado cada día más exigente y demandante.
Una alianza del dominio estrictamente privado en la que este Congreso enfermo de legislatitis aguda no debería meter sus narices. Entre otras cosas, porque nadie los ha llamado.
MAS PIFIADAS – El proyecto de ley también afirma: “Este sistema de cobros va en contra de nuestra soberanía productiva y todo principio del derecho de los agricultores de disponer de su propia semilla, producida en su finca, conocido en el rubro como «reserva de semilla».
Nada obliga al agricultor a comprar semillas a las desarrolladoras de variedades de altas prestaciones. En los registros del SENAVE hay decenas de empresas que venden todo tipo de semillas con las cuales el agricultor puede hacer lo que quiera sin que nadie intervenga ni deba hacer pago extra alguno.
La adquisición de semillas de altas prestaciones desarrolladas por empresas de biotecnología –Syngenta, Corteva, etc.- implica un compromiso libremente asumido que el productor acepta como parte de una alianza que asegura cosechas de alta calidad y competitividad.
¿Qué hace el Congreso interponiéndose en este acto de dominio estrictamente privado e imponiendo reglas absolutamente violatorias de la Constitución?
EXPANSION ACELERADA — Hacia 1996, la producción de rubros que hoy constituyen la columna vertebral de la agricultura tecnificada no pasaba de las 4 millones de toneladas. Destacaban la soja (2,7 millones de toneladas), el maíz (860 mil), el trigo (400 mil) y el arroz (75 mil). Estos resultados, que hoy nos parecen modestos, fueron posibles mediante la adopción de la siembra directa y la rotación de cultivos.
Con la entrada del siglo XXI llegó la biotecnología de la mano de la cual los rendimientos se dispararon y este 2020 los cuatro rubros señalados se moverán en torno a las 15,6 millones de toneladas con posibilidad de superar los 16 millones. Los rendimientos, sobre todo en maíz y en arroz, se dispararon y no parecen alcanzar un límite impulsados por la permanente innovación en semillas introducida por empresas dedicadas a la inversión en investigación y desarrollo de nuevas variedades.
La producción agrícola exportable ha crecido más de un 400% en los últimos 25 años a impulsos de la biotecnología. Interferir en un impulso totalmente costeado por el sector privado sería una torpeza digna de mejor causa.
Y aquello de la “exoneración temporal” es un chiste de mal gusto. Ya sabemos lo que las “temporalidades” duran en el Paraguay.