El Estado derrocha miles de millones en “fundaciones” que no son tales.
Por Cristian Nielsen — Editor
No voy a discutir el valor de aquellas organizaciones de bien público –u oenegés- dedicadas a llenar vacíos que el Estado o la sociedad dejan en áreas de la salud y la educación. Su existencia se ha vuelto imprescindible y han demostrado saber combinar recursos asignados por el Gobierno y fondos reunidos con actividades de diverso tipo. Esas organizaciones honran su carácter solidario y reparador de injusticias.
Lo malo es que a la sombra de estas entidades han surgido como hongos muchas otras, la mayoría aprovechando la “generosidad” de un Estado ordeñado sin piedad por políticos oportunistas. El Estado dedica por año Gs. 41.175 millones en estas entidades, la mayor parte irrelevantes y caras.
¿QUE ES UNA FUNDACION? — Es necesario definir el término para saber de qué hablamos. De acuerdo al Código Civil Paraguayo, en su artículo 124 “la fundación se constituye por la voluntad de una o más personas que destinan a perpetuidad determinados bienes para la creación de una entidad con fines de bien común. La manifestación de voluntad debe constar en escritura pública o en testamento”.
¿Está claro, verdad? Para ser una fundación –en algunas legislaciones se las define como patronatos-, una persona debe dedicar parte o la totalidad de su peculio personal al bien común, cuidando que la figura sea sostenible en el tiempo.
En el Paraguay, la lista oficial de oenegés está plagada de “fundaciones” que sin fondos públicos desaparecerían. ¿Cómo se las define, entonces?
Para hacer más comprensible esto último, incluyo un gráfico con algunos pocos ejemplos de las “fundaciones” sostenidas por el contribuyente.