Organización acusa sin pruebas a 12 empresas chaqueñas de deforestar. Armó un grueso legajo en base a “probabilidades”.
ASUNCION, 28-08-2020 (Chaco 4.0) — El daño que ya ha causado al Paraguay el ambientalismo extremo es inconmensurable.
Para la opinión pública mundial instrumentada –si se me permite este término-, nuestro país siempre es culpable hasta que demuestre lo contrario. Es culpable de deforestar, de empobrecer los suelos, de expulsar campesinos, de dejar en pocas manos la mayor parte del territorio, de practicar el monocultivo de la soja… Para que seguir con el rosario de acusaciones.
Es inútil decir que en el Chaco los primeros en cuidar el ambiente son los productores; que no se empobrece el suelo sino que se lo protege con la siembra directa y los cultivos de cobertura; que no se expulsa campesinos sino que se los incorpora al agronegocio; y que la soja es un complejo productivo del que participan una veintena de rubros, incluidos los abonos verdes que enriquecen el suelo y mantienen su fertilidad. Pero como el cenáculo de supuestos sabios ha sentenciado que somos culpables hasta que se pruebe lo contrario, esto no lo quiere escuchar nadie. Tienen oídos pero no quieren escuchar. Tienen ojos, pero no quieren ver.
En cambio, hacen carrera los mercaderes del ambientalismo extremo.
“PROBABLEMENTE ILEGAL” — Mighty Earth se presenta como una “organización ambientalista mundial que trabaja para proteger los bosques, conservar los océanos y hacer frente al cambio climático”.
Bajo esta impresionante marquesina se han ocupado del Paraguay haciendo conocer, días atrás, un informe titulado Rapid Response (respuesta rápida) en el cual avisan que en el Chaco han sido deforestadas 8.932 hectáreas en forma “probablemente ilegal”.
El paper, larguísimo, farragoso y poblado de verdaderos bosques de direcciones IP, exhibe en la vidriera a 12 establecimientos agropecuarios chaqueños consignando su extensión, nombre del propietario de las tierras, sus administradores o arrendatarios, todo ilustrado con fotos satelitales en una especie de “time lapse” para demostrar, supuestamente, que las tierras están siendo aceleradamente “deforestadas”. Probablemente, dicen, en forma ilegal.
En el texto en inglés se repite la expresión “likely illegal” en donde “likely” indica probabilidad con un determinado grado de azar, algo que puede o no ocurrir. “Es probable que este 30 de agosto llegue la tormenta de Santa Rosa de Lima” diría un meteorólogo. O tal vez no, o tal vez llegue el 31.
¿Se puede difundir informes con semejante grado de incerteza, todo bajo el pretencioso marbete de “organización mundial ambientalista que lucha para proteger los bosques?”.
Claro que se puede. Está a la vista.
Pero no esperen que les creamos.
SIN PRUEBAS – Lo que debemos decirnos en estos casos es que si tuvieran pruebas rotundas las habrían publicado. Han sacado a la luz, en forma detallada, datos como razón social del “probable” deforestador, número de registro en el MADES, cantidad de hectáreas, numero de finca, rubros que produce, destino de su producción, etc. Pero no presentan prueba alguna del supuesto delito. Sólo hay “probabilidades”.
Además, habría que explicarle a estos filibusteros satelitales –y sus súbditos locales- que hay una diferencia muy grande entre deforestación y cambio de uso del suelo, diferencia que parece no tener importancia a la hora de armar estos “informes” llenos de inexactitudes escondidas bajo una montaña de datos, la mayoría de ellos insignificantes pero que abultan el producto y lo hacen apetecible a los ávidos consumidores de ambientalismo express.
El Paraguay está permanentemente bajo una estricta vigilancia de organizaciones ambientalistas, lo cual está bien si se trata de entidades serias y confiables como lo son algunas de ellas. Hemos asumido una serie de compromisos internacionales, algunos de contenido sensato y cumplible y otros sencillamente disparatados y cuyos firmantes han comprometido al país con normas de cumplimiento imposible por ser violatorias de la soberanía.
Lo malo de todo esto es que al provenir de organizaciones internacionales -muchas de ellas con dinero disponible- estos “informes” siempre encuentran eco local en las infaltables oenegés dispuestas a servir, por una módica suma en dólares, de estación repetidora acrítica de sus contenidos, por absurdos e insostenibles que sean.