Fundada en 1976, esta comunidad es un modelo de gestión productiva, sustentable y en armonía con la naturaleza.
La habitan 200 almas.
Está ubicada en pleno corazón de los cultivos mecanizados en el Alto Paraná, exactamente en el sitio en donde dos ríos, el Ñacunday y el Ñaró, se funden para ir a descargar juntos sus aguas en el cauce del Paraná cercano.
Allí, en un recodo del rio, lindando con un manchón de la vegetación sobrante de los grandes desmontes de la “marcha hacia el este”, está la colonia aché de Puerto Barra.
Es gente cálida, que recibe a sus pocos visitantes con grandes demostraciones de afecto y hospitalidad.
Pero no reciben a cualquiera. Se reservan ese “derecho de admisión” cada vez que les parece que deben hacerlo.
Ya no son silvícolas, hace tiempo abandonaron ese estado. Se han establecido en unas tierras que eran el sitio en donde sus antepasados vivían de lo que el monte les daba, unas veces en abundancia, otras de mala gana.
Un poco con ayuda de misioneros norteamericanos, otro poco con el apoyo de los colonos despectivamente llamados “brasiguayos”, los aché de Puerto Barra se han metido en el siglo XXI aceptando algunas reglas de juego de la economía de mercado pero regulándolas a su modo.
EVOLUCION CONTROLADA
Los aché de Puerto Barra conservan mucho de su cultura originaria. En las últimas cuatro décadas, han experimentado muchos cambios y afrontado desafíos. Han debido abandonar su condición de cazadores-recolectores para enfrentar un mundo tecnológico en el que la información es el centro de todo.
Creen en un solo Dios, aunque no es el que trajeron a estas tierras los españoles de la conquista. Hablan su propio idioma, aunque actualmente esté un tanto infiltrado por el guaraní. Pero esta “inseminación” lingüística la han aceptado sólo para aumentar la eficacia comunicacional de su lengua nativa.
Hay en la colonia gente que habla su lengua aché, el guaraní, el castellano y algo de portugués. No faltan quienes han empezado a hablar también inglés.
Lo hacen porque lo necesitan y porque en las distintas etapas de ingreso a su nueva forma de vida tuvieron que incorporar nuevas herramientas de comunicación.
Los aché de Puerto Barra no están solos, aunque sí separados de otras cuatro comunidades similares ubicadas en Caaguazú, Caazapá y Canindeyú que ven en Puerto Barra un ejemplo a seguir.
Pero no han dejado de ser quienes son. Siguen “saliendo al monte” para cazar y recoger frutos no porque les falte de comer sino porque en la práctica de las ancestrales artes de la caza, la pesca y la recolección es en donde todos se reconocen y las nuevas generaciones reciben su herencia de identificación.
PROGRESO BIEN ENTENDIDO
La comunidad aché de Puerto Barra tiene objetivos bien definidos. Saben quénes son, de donde vienen pero aún mejor, saben hacia donde ir y cómo ahcerlo.
Desde un comienzo han puesto en claro que aunque se ocuparán de conservar el bosque bajo su cuidado, eso no significa que no lo utilizarán y que aprovecharán sus recursos.
Preservar su identidad no implica vivir en la precariedad.
“Queremos casas sólidas, con techos que no goteen, pisos cubiertos, agua corriente y electricidad” nos confiaba José Anegi, lider de la comunidad.
También quieren vestir bien, con ropas limpias y nuevas, así como disfrutar de los beneficios de la medicina moderna, con clínica médica, maternidad y atención hospitalaria cuando sea necesaria.
Todo esto, para la comunidad aché de Puerto Barra, ha dejado de ser una aspiración. Es una rotunda realidad. Ello se desprende de las cifras consignadas a continuación y de las fotos que acompañan el presente material.
UN MUNDO EN EQUILIBRIO
La colonia tiene una superficie total de 821 hectáreas de tierra titulada a nombre de la Comunidad Aché de Puerto Barra.
Fue establecida el 20 de octubre de 1976, con personería jurídica Nº 22005/98 en el sitio Tapy, Alto Paraná, y se distribuye entre los distritos de Monday, Naranjal e Iruña.
De esa superficie, 240 hectáreas están dedicadas a la producción agricultura mecanizada. Eso significa un 30% de la superficie de la colonia dedicada a los cultivos y a la ganadería. Hay otro 7% ocupado por viviendas y establecimientos diversos como tambo, pabellón de suinos, silos subterráneos y huerta.
El resto, 581 hectáreas están constituidas por la reserva boscosa en la que la comunidad observa y conserva sus tradiciones de cazadores.
En Puerto Barra viven unas 200 personas, constituidas en 42 familias que habitan unas 30 viviendas en su núcleo urbano.
A QUÉ SE DEDICAN
En Puerto Barra se cultiva soja, maíz, girasol y otros rubros dedicados exclusivamente a producir renta a la comunidad.
Para el consumo propio se cultiva mandioca, poroto, caña dulce, batata, maní y otros rubros que luego son procesados en diversos géneros como dulce de batata y productos consumidos en la propia colonia.
La ganadería no les es ajena a los aché. Poseen un plantel de vacas lecheras que son ordeñadas en un tambo mecanizado, además de otro lote destinado a cría y engorde con los cuales suplir las necesidades nutricionales y generar ingresos extra.
Cabras y aves de corral completan el ganado menor que hacen de la alimentación de esta comunidad un menú variado y completo.
Capítulo aparte merece la producción de cerdos, criados en un pabellón especialmente acondicionado. Allí, mas de un centenar de ejemplares de raza son cuidados con esmero y alimentados con balanceados adquiridos por la propia comunidad. El pabellón cuenta con canales de drenaje, bebederos automáticos y comederos acondicionados según las mejores técnicas de cría.
Y como si esto fuera poco, han sido adoptados algunos jabalíes y pecaríes que, aunque viven en el monte, son alimentados regularmente por la colonia.
SI A LA MECANIZACION
Los aché no le temen al progreso que puedan controlar y consideran que la mecanización agrícola es imprescindible para dar pasos concretos hacia su inserción en los negocios agrícolas y ganaderos.
Hace ya un tiempo que la comunidad adquirió un tractor John Deere de 160 caballos y una sembradora de 12 líneas capaz de cubrir 24 hectáreas en un día, con siembra directa.
También poseen un tractor Ford 6600 con varios acoplados, una trilladora para tractor, rastron y arado. Un soldador de arco MIG sirve a las necesidades de esta comunidad abastecida con un transformador trifásico de energía eléctrica instalado por la ANDE.
Un pabellón especial está destinado a resguardar su costoso equipo John Deere-COP. Completan sus instalaciones con un galpón para almacenamiento de forrajes, herramientas menores, molinos de arroz y de maíz y taller de soldadura.
La colonia tiene una area urbana con escuela, dispensario, biblioteca con internet, area administrativa y sala de reuniones. Todo enmarcado en un excelente parquizado.