Mientras el sector privado se aprieta el cinturón, el Estado sigue panchamente gastando como si fuera Canadá o el Principado de Mónaco.
Editorial 5días miércoles 24 de abril 2018
Es tiempo de que el Gobierno deje de mirar para otro lado y entienda que 2019 va a ser un año de vacas flacas. Sector que se toque está en retracción desde el año pasado. Los textiles y la construcción cerraron el año en caída mientras los supermercados, que atravesaron un 2018 bastante difícil, tuvieron un primer trimestre con un retroceso del 2% en las ventas generales. Esta es una cifra de mucho impacto ya que hablamos de una demanda mayormente inelástica, la de alimentos y productos de uso diario. El sector de combustibles y venta de vehículos cayó entre el 6 y el 8% y el otrora torrentoso comercio fronterizo con Brasil y Argentina, parece haber perdido potencia durante 2018 con una contracción de casi el 40%, según referentes gremiales consultados por este diario. Nada parece indicar que 2019 vaya a revertir el proceso, sobre todo frente a economías como la brasileña y la argentina en profunda crisis.
Por otro lado, los grandes motores de la producción acusan un fuerte impacto negativo. La cadena de valor de la soja dejará de ingresar US$ 1.200 millones, con una campaña 2018-2019 cercana al desastre, mientras el otro complejo, el de la carne, lidia con una deuda acumulada de US$ 1.600 millones. Esta dura realidad ha obligado al BCP a corregir a la baja las proyecciones del PIB agropecuario de 2019.
Ante semejante desfile de inclemencias, sería bueno saber qué piensa hacer el Gobierno para cerrar sus cuentas. ¿Penalizar la evasión o dejar de gastar a lo loco en una burocracia derrochadora, inconsciente y enviciada? Tanto apuro por empujar la reforma tributaria (léase, aumento de impuestos) parece responder a esa angustia en expectativa de que habrá menos plata.
Mientras la enorme mayoría se ajusta los cinturones, para los saprófitos del Estado nunca hay año de vacas flacas.