Un impuesto al carbono podría convertirse en un obstáculo grosero para el desarrollo sostenible de Paraguay.
ASUNCION, 06-08-2024 (Especial para Chaco 4.0) — En el contexto de la crisis climática mundial, Paraguay emerge como un actor distintivo. A menudo eclipsado por las grandes potencias industriales, Paraguay presenta una paradoja: es uno de los mayores productores de alimentos a nivel mundial en relación a su superficie y población, y un país con una matriz energética limpia y renovable, mientras que su contribución a las emisiones globales de gases de efecto invernadero es mínima. Sin embargo, Paraguay enfrenta algunos de los impactos del cambio climático, sufriendo sequías, precipitaciones intensas y otros eventos extremos con creciente frecuencia e intensidad.
Con su extensa cobertura forestal y predominancia de actividades agropecuarias sostenibles, Paraguay tiene una huella de carbono significativamente menor en comparación con las naciones industrializadas. El Acuerdo de París reconoce las circunstancias especiales de los países en desarrollo, especialmente aquellos altamente vulnerables al cambio climático. Paraguay, al ser un país sin litoral marítimo y con una economía basada en la producción de alimentos, puede establecer Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) menores en comparación con las naciones desarrolladas, manteniendo el espíritu del Convenio. La matriz energética paraguaya, basada en gran medida en fuentes hidroeléctricas, posiciona al país como un líder en la producción de energía limpia en la región.
SECTOR AGROPECUARIO SOSTENIBLE
De particular interés es el sector agropecuario paraguayo, que, a pesar de su importancia económica, ha demostrado ser altamente sostenible. Prácticas como el pastoreo rotativo racional, mejoramiento genético, siembra directa, la rotación de cultivos y el uso de cultivos de servicio contribuyen a la captura de carbono y la mejora de la calidad del suelo. La producción extensiva de carne absorbe CO2 atmosférico al suelo, siendo el balance y la intensidad de producción de la carne paraguaya menor a la de muchos otros países.
Es notable que algunos entes del mundo desarrollado buscan limitar la producción de granos y oleaginosas, y especialmente de carne en Paraguay. Estos esfuerzos incluyen el oligopsonio de la industria procesadora, la especulación inmobiliaria internacional, y el apoyo financiero a través de subsidios a la carne artificial o sintética. Campañas en redes sociales, financiadas por fuentes desconocidas del exterior, también atacan la producción de carne, citando razones ambientales y de salud sin conocer los sistemas de producción paraguayos. Se utilizan cálculos cuestionables y anticuados sobre las emisiones de GEI del ganado, especialmente la emisión de metano (GWP100 en vez de GWP*). El GWP* justamente fue creado por el físico atmosférico Myles Allen de la Universidad de Oxford, quién lo afirma dentro de su crítica de que nunca se debieron haber utilizado las equivalencias de los otros GEI al carbono como “CO2eq” ya que cada uno presenta propiedades muy específicas y diferentes, imposibles de simplificar como unidades de CO2eq.
BARRERAS NO TARIFARIAS AL COMERCIO
Estos ataques convergentes a un país productivo, sostenible y eficiente, actúan como barreras no tarifarias al comercio, producto del temor de no poder competir con Paraguay y la región del Sur de Sudamérica, un nuevo emporio de producción de alimentos. La eficiencia y tamaño de la producción agropecuaria paraguaya representan una amenaza para los productores de alimentos del primer mundo. Los reglamentos que exigen «sostenibilidad», antes útiles, ahora se utilizan como armas en una guerra comercial fría que se va calentando con el tiempo. Estas barreras para-arancelarias apuntan directamente a limitar la producción y las exportaciones paraguayas. Un reglamento reciente, que exige la geolocalización de todas la fincas productivas, incluso ha sido protestada a nivel internacional por una potencia mundial por considerarlo una amenaza directa a la seguridad digital de su nación.
Es fundamental que la comunidad internacional reconozca la contribución desproporcionada de los países desarrollados al cambio climático y apoye a naciones como Paraguay en sus esfuerzos por adaptarse a los impactos inevitables. La mitigación de las emisiones de GEI, como principal acción exigida, podría considerarse un panorama neocolonialista. Paraguay, como David, debe enfrentar a los Goliat del cambio climático, defendiendo su derecho a desarrollarse de manera sostenible y justa.
FRENO AL DESARROLLO SOSTENIBLE
Desde un país sin litoral marítimo, con una economía y cultura profundamente arraigadas a la tierra, resulta paradójico observar cómo se propone un impuesto al carbono como medida universal para combatir el cambio climático. En un país como Paraguay, donde la producción de alimentos es sostenible y el CO2 es esencial para la vida vegetal, este impuesto podría tener efectos negativos.
Un impuesto al carbono podría afectar negativamente al transporte terrestre e incluso al fluvial, justo cuando se proyecta duplicar o triplicar el movimiento en la Hidrovía y nuestro gobierno ha mostrado su compromiso con una fuerte inversión para el sector. Aunque un impuesto al carbono para combustible líquido tendría un impacto menor en el sector de producción, podría llevar a un impuesto a las emisiones en todos los sectores, incluyendo la producción de alimentos.
La fotosíntesis utiliza el CO2 para producir oxígeno y compuestos orgánicos, base de la cadena alimentaria y el aumento de su concentración en la atmósfera ha llevado a un fenómeno conocido como «fertilización por CO2», contribuyendo al aumento de la productividad agropecuaria global. Estudios recientes de la NASA han confirmado un fenómeno de reverdecimiento atribuido en gran parte al aumento de CO2.
Un impuesto al carbono podría desincentivar la producción de alimentos, encareciendo insumos y energía utilizados en la producción agropecuaria. Los productos agrícolas paraguayos podrían perder competitividad en el mercado internacional frente a productos de países sin impuestos al carbono o con políticas agropecuarias más favorables. Los ingresos generados por la exportación de alimentos son fundamentales para el desarrollo económico de Paraguay. Imponer un impuesto al carbono a países como Paraguay, con una huella de carbono muy baja y esfuerzos significativos para proteger el medio ambiente, sería una injusticia ambiental y económica.
SOLUCIONES JUSTAS Y EQUITATIVAS
El cambio climático requiere soluciones globales justas y equitativas, teniendo en cuenta las particularidades de cada país. Paraguay sigue por buen camino para alcanzar una reducción del 20% de emisiones de GEI frente al año de referencia, según el compromiso del Acuerdo de París. La mitigación de GEI no puede ser la principal acción climática de un país como el nuestro, que debe centrarse en la adaptación al cambio climático. En lugar de penalizar a los países que producen alimentos de manera sostenible, deberíamos recompensarlos por sus esfuerzos. Un enfoque más equitativo sería establecer mecanismos de compensación por los productos (alimentos) y servicios ecosistémicos proporcionados por los bosques y suelos, como la captura de carbono y la conservación de biodiversidad. Un impuesto al carbono podría convertirse en un obstáculo grosero para el desarrollo sostenible de Paraguay y otros países similares. Es fundamental considerar las consecuencias de estas políticas y buscar alternativas más justas y efectivas para abordar el desafío del cambio climático.