La enfermedad preexistente es la nomofobia, el terror a perder u olvidarse el teléfono celular.
Los psiquiatras tienen en estudio una anomalía de conducta que han denominado nomofobia, palabreja derivada del anglicismo no mobile phone y que se define como miedo irracional a no tener a mano o, peor aún, haber extraviado, el teléfono móvil. Los síntomas de la nomofobia pueden ser de leves a severos, con la aparición de palpitaciones, sensación de ahogo, vértigo, angustia, desesperación, alteración del sueño y otros desarreglos por el estilo. Se cuenta, en la casuística de eventos desatados a bordo de vuelos comerciales, el caso de un pasajero que al caer en cuenta que olvidó su celular en el aeropuerto hizo tal crisis que casi obliga al piloto a dar vuelta y retornar.
Así de serio es este asunto.
No quiero ni imaginar cuántos episodios similares pudo haber desencadenado la caída de las redes sociales del lunes pasado. Todo tema pasó a segundo plano y el mundo se detuvo. Me he tomado la libertad de inventar una palabra inspirada en el horror al vacío del celular y llamar a esta nueva enfermedad noredsofobia, o pánico a quedar desenchufado de las redes sociales, en especial, la que más nos ocupa la vida. Durante siete horas, una eternidad en el timing de internet, miles de millones de seres humanos se sintieron abandonados, vacíos, desconectados, sin saber qué hacer, angustiados y presos de la desesperación, un auténtico síndrome de abstinencia en estado puro. El trastorno no tiene un tratamiento eficaz, tal como ocurre con la nomofobia, que ha llegado a desatar estados de catalepsia, es decir, inmovilidad y aparente falta signos vitales.
Tarea para especialistas: cómo sería una nomofobia severa con picos de noredsofobia. Ya nos informará al respecto la medicina siquiátrica, perpleja y virtualmente inerme ante este mal del siglo XXI.
No será un virus, pero le anda cerca.
Publicado en 5Días — Oct. 07/2021