Ministros, legisladores y ambientalistas que hicieron el ridiculo yendo tras una historia inventada: la fumigación de indigenas en Itakyry.
ASUNCION, 14-10-2021 (Chaco 4.0) — Afirmar cosas sin fundamento es una vieja costumbre en el Paraguay.
Se la practica todos los días.
No importa la materia. Tampoco se ahorra en métodos ni se evalúan objetivos.
Sólo importan los efectos.
La mitomanía, el invento, la afirmación rápida, la especulación capciosa, la versión distorsionada y la imposición pública de falsedades erigidas en verdades ruidosas pueblan nuestros días. Alimentan los corrillos y comadreos, se arrastran como una neblina viscosa por todas partes, metiéndose en rendijas y rellenando agujeros.
Las sociedades primarias y premodernas gustan saborear estas habladurías como exquisiteces, no hay duda.
Algunas, hasta las convierten en Historia. Aunque en justicia, la variedad infinita de medios que hoy proporciona la tecnología de la información y la comunicación ha elevado un escalón este subgénero y lo ha convertido en una especie de “comunicación alternativa” entre núcleos sociales con algún lustre civilizado.
A este esquema se ajusta el sainete en varios actos que podría titularse “La fumigación de Itakyry”. La pieza tiene varios autores, entre ellos, dos ministros, media docena de viceministros o dignidades similares, directores, subdirectores, presidentes del tercer anillo, consejeros y un nutrido pelotón de dirigentes indígenas como actores secundarios y extras de plató.
SAINETE EN VARIOS ACTOS — El primer acto muestra un avión en vuelo rasante. A continuación, tremendo alboroto con fiscales, policías, fotógrafos, camarógrafos, periodistas, abogados e invitados especiales. Denuncias fulminantes y evacuaciones que emulan las emergencias del desastre de Bhopal en la India.
Se viven escenas conmovedoras en los hospitales.
Siguiente acto: ministros reciben orden de “constituirse” en el escenario de la tragedia. Pero antes siquiera de viajar al mismo, sacan un diagnóstico express y advierten que serán inflexibles y exhaustivos en sus investigaciones para hallar a los responsables de este desastre.
La palabra “genocidio” hace carrera.
La nube neblinosa comienza a formarse. Invade el sanctasanctórum del Congreso y saca de la siesta a algunos honorables que segundos después, micrófonos y cámaras a mano, exudan un par de sentenciosas declaraciones.
Para entonces, 14 oenegés locales y dos “peces gordos” del oenegismo (perdón por el neologismo) internacional emiten furibundas condenas contra las transnacionales de la soja y el neoliberalismo apátrida, ateo y materialista que expolia y asfixia al Paraguay.
La tormenta cobra fuerza. Se inicia en el escenario de la tragedia una heroica marcha indígena hacia la ciudad, en busca de justicia. La acompañan otras 44 oenegés. La neblina se esparce aún más. En medio de ella, un médico del lugar de los hechos intenta explicar que no ha hallado rastro alguno de intoxicaciones y un fiscal sugiere esperar los resultados de las pruebas laboratoriales antes de emitir alguna opinión o diagnóstico. Pero son rápidamente acallados por un estentóreo coro que los califica de vendidos, traidores a la causa nacional y cipayos de la “patria sojera” criminal, etc. El paroxismo llega en forma de noticieros, paginas enteras de cobertura periodística y aquelarre de ambientalistas.
ENTONCES, TODO SE DESVANECE — Y como toda tormenta, una vez dado el gusto a la lengua fácil, la afirmación categórica sin fundamento alguno y la consiguiente condena de los canallas de turno, el fenómeno crepita un rato más, emite los últimos truenos cansinos y se llama a silencio.
La neblina viscosa se retrae y el escenario queda listo para el próximo episodio.
El acto final no tendrá tan entusiasta como multitudinaria participación de actores como el primero. Es el acto que “no da gusto”. Porque después de hundirse en el olvido por algunas semanas, el tema vuelve a los titulares de la mano de un fiscal que, resultados laboratoriales en ristre, anuncia que la tal intoxicación nunca existió.
Por lo tanto, “La fumigación de Itakyry” podría ser incluida (previo permiso de los herederos, naturalmente) en el índice de “Río Lunado”, la recopilación de mitos y leyendas guaraníes de Concepción Leyes de Chaves. Aunque fuerza es reconocerlo, el capítulo carecerá de la fuerza poética y narrativa de los demás mitos.
Quizá se salve el exabrupto convirtiéndolo en una adenda titulada “Mitología del siglo XXI”.