INBIO rindió homenaje a la figura de un gran científico, el Dr. Pedro Nicolás Ciancio, introductor de la soja al Paraguay.
Por Cristian Nielsen — Editor
Me he tomado el atrevimiento de llamar a las puertas de los grandes de la ciencia, de la filosofía y hasta de la literatura para dimensionar lo que significa la ciencia puesta al servicio del hombre. Y lo hago pensando en una institución de investigadores que cumple 15 años produciendo avances e impulsando el progreso de la agricultura al nivel al que ha llegado el Instituto de Biotecnología Agrícola (INBIO).
Los hallazgos, desarrollos, ensayos de campo y puesta a punto de biotecnología de avanzada para la producción de alimentos no sólo honran las mejores tradiciones científicas sino que también llevan las aplicaciones de la ciencia paraguaya más allá de las fronteras.
Por eso me permito este tour por el pensamiento de las mentes más grandes de todos los tiempos que han precedido esta realidad de nuestros días.
RAICES AMARGAS, FRUTOS DULCES – Investigar no es un lecho de rosas. Los investigadores de INBIO tal vez puedan atestiguarlo. Según Aristóteles, “la ciencia es respecto del alma lo que es la luz respecto de los ojos, y si las raíces son amargas, los frutos son muy dulces.”. Quienes trabajan proponiendo innovación muchas veces experimentan esa sensación porque como dejara dicho Isaac Asimov, escritor y profesor de bioquímica en la facultad de medicina de la Universidad de Boston, “el aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría”.
Y es que no todos estamos en condiciones de entender los avances que la ciencia nos propone constantemente. Primero hay que cultivar la mente preparándola para lo nuevo, algo que a muchos asusta. Por eso el gran Benjamín Franklin, científico y presidente de EE.UU. propuso: “Vacía tu bolsillo en tu mente y tu mente llenará tu bolsillo”. En la cultura anglosajona de la que provenía, el inventor de las lentes bifocales y de la armónica de cristal resaltaba el hecho que una buena educación tiene su costo en dinero y que no hay que escatimar ese gasto.
ALIMENTO Y MEDICINA – El imaginario popular tiende a creer que la ciencia es propia de este tiempo y que en la antigüedad se navegaba en la oscuridad. Nada más erróneo. Hipócrates proponía: “Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”. El gran medico de la Grecia clásica conocía muy bien el valor de un alimento confiable, recomendando una dieta a base de la cebada, el trigo y otros cereales integrales. En sus días no se conocía allí el maíz, que aportaría siglos más tarde América, o la soja, grano que hibernaba en la lejana Asia.
Otro gran pensador de la antigüedad, Séneca, afirmaba que “la naturaleza nos ha dado las semillas del conocimiento, no el conocimiento mismo”. Esa es la piedra angular de la ciencia, el impulso del hombre de ir en pos de nuevos horizontes, de no quedarse con lo que ya se sabe sino en plantear nuevos interrogantes. “La soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos” sentenciaba en el siglo XVI el gran Francis Bacon, padre del empirismo científico, quien concebía la ciencia como la herramienta encargada de dar al hombre el dominio de la naturaleza.
Y no estaba errado, como la historia lo comprobaría.
LABOR INVALUABLE – INBIO es la continuadora de una tradición investigadora que ha producido mentes brillantes en el Paraguay a lo largo de la historia. Hoy, “producto de los proyectos de investigación y los acuerdos con instituciones del sector público y privado -señala una comunicación del instituto- somos impulsores de programas de mejoramiento de soja y trigo cuyas variedades están siendo utilizadas en la agricultura nacional. El resultado auspicioso de nuestro programa de mejoramiento de soja nos permite trascender fronteras y estar presentes con nuestras variedades SOJAPAR en Bolivia y Brasil”.
Finalmente, como afirmara el profesor doctor Pedro Nicolás Ciancio Sarubbi, catedrático de la Universidad de Asunción, miembro de sociedades científicas y pionero del cultivo y consumo de la soja
«No es pobre un país que como el nuestro puede poseer en forma relativamente abundante y barata las dos fuentes más ricas de proteínas que se conocen en el mundo: la carne y la soja»