En lugar de aumentar los impuestos sería bueno que se aprendiera a gastar mejor.
Por Cristian Nielsen- Editor
Cada vez que un Gobierno toca fondo con el Presupuesto General de la Nación (PGN), en lugar de aligerar peso para volver a la superficie lo que hace es cargar más la nave.
Todo gobernante se aprendió de memoria dos patas del trípode: achicar la evasión fiscal y ampliar la base tributaria. Pero se “olvida” de la tercera: mejorar la calidad del gasto. Cualquier cosa que se instale sobre ese trípode va a estar siempre desnivelada y en peligro de derrumbe. Eso lo sabe cualquiera porque es una simple cuestión de sentido común, que en el caso de los gobiernos, suele estar por completo ausente.
EJEMPLOS EXTREMOS – Suelo traer a colación un ejemplo cercano para que quede claro cómo un Estado va camino a ser fallido: Argentina. Según la consultora Cachanosky-Spotorno, en 2001 cobraban algún subsidio, pensión o salario del Estado 6,2 millones de argentinos. En 2020, esa cifra había llegado a 19.996.793, entre los cuales los jubilados eran la porción menor, 34%, en tanto que el otro 66% eran empleados del Estado, subsidios por hijo, pensiones no contributivas, planes sociales y una polvareda menor de entregas no condicionadas de dinero público. Esto significa que el 45% de la población argentina vive del tesoro público, alimentado por unos 8 millones (18%) que compone el universo de aportantes.
Un Estado semejante no puede tener mucho futuro. Algunos indicadores lo dejaron claro en 2020: déficit fiscal del 10,3% (incluida la caída generada por el COVID), inflación 37%, población por debajo de la línea de pobreza 44,2% con un 10,3% en situación de indigencia. En 2001, con la crisis desatada por la renuncia del entonces presidente Fernando de La Rua, Argentina tenía un 34,5% de pobreza, 11,2% de inflación y un 2,7% de déficit fiscal. Veinte años y cinco gobiernos después, Argentina no sólo no ha logrado revertir las cifras de catástrofe sino que las ha llevado al límite.
Es, como decía la principio, la radiografía de un Estado fallido.
REPENSAR EL MODELO — ¿Queremos seguir el camino de Argentina? Si es así, dejemos intacto el actual esquema de gasto público. Desde Andrés Rodríguez a Mario Abdo Benítez, no hemos hecho otra cosa que engordar las planillas del empleo público. En 1989 había unos 127.000 empleados del Estado, según reporta Roberto Céspedes en “Relaciones de Trabajo en el Sector Público. Paraguay 1989-1993”. Cerramos 2020 con mas de 314.000 funcionarios y con una gran polémica sobre la composición de un registro lleno de personal innecesario.
El modelo, si se lo puede llamar así, se rige por el principio de que “lo que ya está no se toca”. Despedir a un funcionario público equivale a poner en pie de guerra a toda la maquinaria que cuida el statu quo como perro con su hueso. Una letal combinación de ley de la función pública, sindicatos y políticos carroñeros ha convertido el PGN en una mamadera en la que sacian su inagotable apetito un montón de parásitos que en la vida privada no podrían regentear un carro de panchos.
VAGOS/AS RENTADOS/AS — Me gusta presentar como ejemplo del gasto inútil a los 18 becarios de lujo que figuran en el PGN con el titulo de “parlamentarios del Mercosur”, más conocidos como parlasurianos, termino que suena a mutación de los saurios de la era triásica. Estos 18 “elegidos”, tres mujeres y quince hombres, son el paradigma del Estado pobre pero que derrocha como jeque árabe. Se reúnen una vez por mes (en 2019 lo hicieron 10 veces) para lo cual deben trasladar sus organismos a Montevideo -un lindo viajecito en familia pagado por los contribuyentes- para asistir a sesiones que, por ejemplo, declaran de interés un campeonato de futsal, o el día de la amistad argentino-brasileña o, como se hace con frecuencia, solicitar licencia para una sesión plenaria (vulgo, faltazo o jahapá), tema al que son muy afectos los parlasurianos paraguayos. O sea, además de cobrar un grueso salario, viáticos, pasajes aéreos VIP, hotel y personal asistente, se dan el lujo de ni siquiera asistir a las sesiones. Toda esta farra nos cuesta a los paraguayos mas de Gs. 35.000 millones al año. No hace mucho, la Entidad Binacional Yacyretá dice haber invertido US$ 1 millón en doce unidades de terapia intensiva para dos hospitales de Misiones. Pues bien, con lo que se tira en parlasurianos se podrían adquirir otras 30.
¿Es o no un gasto irracional indignante?
CONCLUSION – Cada año, al tratar el PGN, la “lógica” legislativa es la misma: cómo recaudar más.
Por aquí ya se escuchan voces en la dirección de siempre. “Los sojeros y ganaderos se están llenando de plata” deducen los estrategas del gasto inútil. Este año hay elecciones internas para las municipales de noviembre y hay que ver de dónde va a salir la plata. ¿Y de dónde va a ser sino de la vaca lechera de siempre?.
Una vez más, lo de gastar mejor queda para otro momento. Lo importante cede paso a lo urgente. Y lo urgente es renovar la tanda de intendentes y concejales que siguen el “modelo” vigente: mantener las ciudades paraguayas en la edad de piedra mientras ellos crean o refuerzan sus peculios personales.