Que el Presidente lo vea de esa forma… y empiece a cortar gastos.
Cristian Nielsen – Editor
Me tienen harto esos economistas que se niegan a comparar la administración de un país con la de una familia común y corriente. “No es lo mismo”, aseguran.
A ver si nos entendemos. Claro que es comparable.
Comencemos por los gastos.
Una familia gasta plata diariamente en comida, movilidad, medicamentos y productos de limpieza e higiene personal.
El país –entendido como el Estado y sus funcionarios- gasta plata diariamente en la comida, movilidad, atención médica y la higiene personal de sus funcionarios. ¿O no es verdad?
Una familia tipo gasta plata en alquiler, luz, agua, telefonía celular, televisión por cable e internet.
El país también, ¿o nó?
Una familia a la que le ha ido razonablemente bien se va de vacaciones.
El país también. La única diferencia es que la familia va a disfrutar, con suerte, 10 días de vacaciones.
El funcionario público, un mes.
Ahora veamos los ingresos.
Una familia tiene ingresos mediante empleo fijo, por el ejercicio de alguna profesión u oficio independiente o un negocio. Su cash flow depende de la sostenibilidad de su empleo permanente y del mercado en el cual se desempeña en sus actividades por cuenta propia.
Un país tiene ingresos a través de los impuestos, tasas y contribuciones diversas. No importa cómo le vaya al país, los impuestos se cobran siempre. Tax and death, lo único seguro según los anglosajones, la muerte y los impuestos.
¿Y qué pasa cuando las cosas van mal y entra menos dinero?
Una familia, ante la emergencia, lo primero que hace es cortar gastos fijos. Baja el gasto de luz y de agua (menos aire acondicionado, enciende menos luces, riega menos las plantas, etc), recorta el uso de celulares y si las cosas empeoran, suspende el video cable, internet, posterga vacaciones y cuida al centavo sus gastos en el supermercado. La cuestión es que a fin de mes las cuentas tienen que cerrar, evitando endeudarse para afrontar gastos fijos. A la vez, la familia busca otras actividades que puedan darle un ingreso extra para seguir remando.
¿Qué hace el país?
Sigue gastando lo mismo, de hecho más cada año, aumentando su endeudamiento (déficit fiscal) para seguir pagando los mismos sueldos, bonificaciones, complementos salariales, bocaditos a media mañana, almuerzos opíparos y “secretarias” VIP. La aristocracia sindical y la corte de burócratas seguirán yéndose de vacaciones y viajando en autos del año con choferes con sueldos de CEOs de corporaciones internacionales. Claro, como la plata no alcanza –y como de recortar gastos, ni hablar- el Gobierno y la elite política preparan su golpe preferido: aumentar impuestos.
¿Cómo que administrar un país no es lo mismo que administrar una familia?
La única diferencia es que una familia se maneja en el duro e implacable mundo de la realidad que no le regala nada.
En cambio el país, en realidad, sus viciosos administradores, viven en una nube de pedos gastando lo que no tienen a cuenta de endeudarnos a todos hasta el cogote.
La conclusión es más que obvia: es hora de acabar con el derroche. Ya no hay plata para eso.