Greta debiera darse una vueltita por el Paraguay
Cristian Nielsen – Editor
El sólo nombrar a Greta Thunberg, la activista sueca que viaja en catamarán en vez de avión, tiene la virtud de desatar encendidas polémicas. Como en toda porfía con fundamentalistas, la confrontación suele llegar a un paroxismo después del cual, los defensores de la “niña símbolo” esgrimen un argumento al parecer irreductible: “…Pero ha logrado llamar la atención”.
Magro resultado para tanto gasto de espacio en papel, en noticieros de televisión y en las redes sociales que aman este tipo de planteos extremos. Uno de los últimos posteos era un típico subproducto de estos medioambientes de internet: “Greta apostrofó al Presidente Trump: No vas a creer lo que ocurrió después…”. Y ahí termina todo. Puro marketing superficial.
Si todo lo que hace la niña sueca es llamar la atención, podría ahorrarse tanto esfuerzo. Hay áreas enteras del quehacer humano que han ido más, mucho más allá del simple llamado de atención. Por ejemplo, nosotros.
El Paraguay es una de las escasas “economías limpias” del planeta. No produce un solo kilovatio quemando combustibles fósiles. Desde 1968 con Acaray y desde los ’80 con Itaipú y Yacyretá, el país se abastece de energía con centrales hidroeléctricas. No hay otro país del continente que muestre un cuadro semejante.
El sector primario paraguayo es uno de los más eficientes y amigables con el medio ambiente.
Más del 90% de la producción agrícola proviene de la siembra directa que mandó el arado a los museos y mantiene una agricultura sustentable y altamente productiva. En alianza con la biotecnología, el uso de abonos verdes y un eficiente control de plagas, el productor puede hoy preservar la salud e integridad del suelo reduciendo drásticamente el uso de complementos y defensivos agrícolas.
La ganadería, especialmente la bovina, ha alcanzado cotas de calidad de clase mundial, manteniendo la cría a pasto en praderas y con un creciente porcentaje del método silvopastoril que está combinando agro, ganadería y forestería. Expertos en la materia han demostrado, además, que el supuesto impacto de la ganadería en la emisión de gases de efecto invernadero no es sino una superchería insostenible, una excusa seudocientífica de la que viven las “cumbres”, los “conversatorios” y cuanto congreso se inventa para hablar del cambio climático.
Economías como la nuestra, que se desarrollan en intima sociedad con la naturaleza, están haciendo mucho más que quedarse en eso de “llamar la atención”. Hay aprendizaje continuo, un entendimiento cada vez más profundo de las leyes de la naturaleza y un accionar consecuente que nos asegure un futuro sostenible.
Gracias, Greta, por llamar la atención. Cuando tengas tiempo y puedas darte una vueltita por el sur del mundo, verás en el Paraguay algo que tal vez no imagines desde tu burbuja del primer mundo: un país que aprende de sus errores y que vive de la tierra sin matar su futuro.